A buenas horas, mangas verdes
Leo, con absoluta incredulidad, que el Gobierno valenciano, en una especie de milagrosa conversión tras caer del caballo, ha decidido cambiar ladrillo por paisaje, y el presidente valenciano, Francisco Camps, ha presentado La nueva política de paisaje de la Comunidad Valenciana.
Vaya, después de años de haber seguido una política de urbanismo salvaje, después de haber permitido enladrillar la práctica totalidad de la costa sin ningún control, después de haber sembrado el territorio de espantosas urbanizaciones semideshabitadas, después de haber recibido las reprimendas de las instituciones europeas por los abusos urbanísticos, ahora, de repente, se convierten de la noche a la mañana en defensores de aquello que durante años han destruido o permitido destruir: el paisaje.
Y justo ahora, cuando la burbuja ha estallado, cuando se han acabado las ganancias multimillonarias, cuando la gallina de los huevos de oro está muerta y enterrada, qué casualidad. Ahora resulta que hay que recuperar el valor del paisaje, pero ¿queda algún paisaje? A buenas horas, mangas verdes.
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