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Reportaje:

"Kaixo, ni Amaia naiz"

'Mintzakide', un programa pionero en Euskadi, empareja a dos desconocidos que se citan a ciegas para practicar y perfeccionar su euskera hablado

Amaia Ortega y David Mella nacieron y crecieron en Cruces (Barakaldo), y allí residen. Comparten generación: 30 años suma ella, 34 él. También tienen algún que otro amigo en común. Posiblemente, habrán tropezado unas cuantas veces en la calle, en el metro, en un bar... Sin embargo, no se habían dirigido la palabra hasta hace mes y medio. Pero más llamativo que su primera cita resulta el hecho de que su primera conversación discurriese en euskera, un idioma que muy rara vez emplean en sus relaciones personales y en sus quehaceres cotidianos: ella en el laboratorio en el que trabaja, él en sus tareas como policía municipal. Sí, fue la lengua vasca la que propició que sus caminos, tantas veces paralelos, acabaran por converger. Desde entonces, cada lunes, Amaia y David comparten mesa, café y las vivencias del fin de semana. También una meta: expresarse de forma correcta y fluida, o al menos lo más correcta y fluida posible, en euskera.

Quedan para tomar un café, pasear al perro, ir al monte o salir de fiesta
No se da la relación profesor-alumno: el proceso es natural, espontáneo, cercano

Que Amaia y David se citaran fue una decisión meditada, sesuda, nada caprichosa, que adoptó Irune, la coordinadora de Mintzakide Programa, un proyecto que promueve el Ayuntamiento de Bilbao en colaboracion con Ulibarri Euskaltegia, donde trabaja como profesora de euskera. Se trata de una experiencia pionera en Euskadi, importada de Cataluña. Consiste básicamente en emparejar a una persona interesada, por el motivo que sea, en mejorar, pulir o agilizar su euskera hablado y a la que llamamos mintzakide (interlocutor en euskera), con un voluntario o persona que domina la lengua vasca. Y poco más. Si acaso un par de normas de obligado cumplimiento: reunirse al menos una vez por semana, y hablar, claro, en euskera. "Ni asignamos roles ni establecemos vínculos en plan profesor-alumno", advierte Irune. "No pretendemos impartir clases orales. Simplemente, queremos fomentar el uso del euskera lejos del ámbito académico".

El programa nace de la observación. "Detectamos en la sociedad", explica Irune, "que a algunas personas les cuesta expresarse en euskera, ya sea porque no han adquirido el hábito, porque les da vergüenza o porque les aterra meter la pata en público". Es precisamente la complicidad que se establece entre dos personas la que hace de la pareja un formato interesante a la hora de tratar de superar ese factor inhibidor. "Al establecer parejas pretendemos hacer nuestra aportación al aprendizaje del euskera. Hay otras fórmulas tan válidas como ésta o más. Ésta es, simplemente, una fórmula que entendemos puede resultar positiva", explica.

Fue en abril cuando Amaia y David se dijeron "ésta es la mía". Ocurrió cuando ambos conocieron por la prensa el lanzamiento de esta original experiencia. Y se alistaron. "Llevo cuatro años en el euskaltegi, pero en cuanto salimos de clase nos ponemos a hablar en castellano. Y en la cuadrilla, lo mismo: como la mayoría de nosotras no habla euskera, no lo utilizamos. Y así no hay quien aprenda", se lamenta Amaia. "Yo aprendí euskera para sacar una oposición, pero ya apenas lo usaba. Y el euskera es una lengua, no matemáticas. Y una lengua tienes que mantenerla viva: si no lo hablas, lo pierdes", alega David.

De emparejarlos se encargó Irune, que combina diversos criterios a la hora de establecer parejas: aficiones en común, disponibilidad y compatibilidad de horarios, lugar de residencia, nivel de euskera... También se observa el sexo y la edad. El trabajo no ha resultado sencillo, ni escaso. "Se desbordaron todas nuestras previsiones", indica Irune. 61 parejas operan ya. Más de cien personas cuyos perfiles tenían que encajar o, cuando menos, resultar mínimamente compatibles. Ninguna pareja ha roto, por ahora.

"La mayoría queda para tomar un café, pero hay quienes sacan a pasear al perro, o se van de chufla los sábados, o escapan al monte... Ellos se encargan de cuadrar sus agendas", explica la coordinadora, cuya labor no se limita a concertar la primera cita. Somete a cada pareja a un estrecho seguimiento. "Contacto con todos una vez cada quince días para comprobar que todo va bien y que hacen progresos", explica. "Yo, en mes y medio, ya noto mejoría. Al utilizar el euskera, adquieres recursos, empleas frases hechas, aprendes a construir oraciones", se felicita Amaia. "Yo he ganado en seguridad. Sé que aún cometo errores, muchos, pero eso nunca me echó para atrás", afirma David.

"Aquí lo que menos importa es pegarle patadas al diccionario", asegura Irune. "De hecho, los voluntarios no tienen que manejar un euskera académico, ni siquiera tener el EGA

[título oficial de euskera]. Basta con que tengan fluidez a la hora de expresarse". Tampoco es preciso que el nivel del euskera del voluntario sea muy superior al del mintzakide. Pueden ser similares. Es el caso de Amaia y David, cuyo nivel es bastante alto. "Nosotros no nos corregimos. Si acaso, consultamos alguna duda, pero de corregirnos, nada. No somos profesores", sostienen ambos.

"Ni imposición, ni trámite"

"Por encima de todos, con la puesta en marcha de Mintzakide Programa perseguimos un objetivo", proclama Irune, su coordinadora. "Que la gente no sienta el euskera como una imposición, como un trámite engorroso a cumplimentar para aprobar una oposición o acceder a un puesto de trabajo. Queremos que el euskera sea algo natural, cotidiano, cercano, espontáneo". En ese sentido, Amaia y David conforman un caso paradigmático: ni a ella ni a él demandan sus respectivas obligaciones profesionales un nivel de euskera superior al que ya tienen. "Simplemente, me gusta hablar en euskera. Y cuanto más lo domino, más me gusta", explica Amaia. "Mi motivación es llegar un día a comunicarme en euskera sin dificultad, con naturalidad", argumenta David.

El primer Mintzakide Programa, que arrancó tras la última Semana Santa, concluirá a finales del próximo mes de junio, debido a que el período vacacional complica la coordinación de agendas y la concertación de citas entre sus participantes. No obstante, y vista la cálida acogida que ha tenido su primera edición, sus promotores confían en que una segunda edición verá la luz allá por octubre, de nuevo bajo los auspicios del Ayuntamiento de Bilbao.

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