El candidato del taxi
Me disponía a cruzar la calle cuando el semáforo se puso rojo. Entre la marea de coches me pareció ver como si una cabeza humana sobresaliera por encima del tráfico. Será alguien que viaja en un descapotable, me dije. Pero no, era una cabeza de cartón que me contemplaba con aire severo cabalgando a lomos de un taxi amarillo y negro, como todos los de Barcelona. En realidad era un anuncio de propaganda electoral. Ara CAT Ramon Tremosa suma + CiU, proclamaba.
No me sonaba mucho aquella cara de mentón prominente, nariz ligeramente aguileña y ojos pequeños y algo tristes enmarcados en unas gafas sin montura completamente rectangulares. Sin embargo, me inquietó la sonrisa medio escondida en sus labios finos. Por otro lado, tenía un no-sé-qué tranquilizador, como de noi de la mare con una tieta que le adora y le hace canelones cuando la visita.
Pensé: intenta transmitir serenidad, una mezcla de profesionalidad y simpatía contenida. Pero sin empatía. Las gafas cuadradas y la sonrisa escondida correspondían más a uno de esos anuncios de bancos que ofrecen hipotecas que nunca concederán.
Llegué a casa inquieto. Quería saber más sobre quien, más que probablemente, será el hombre emblemático de Cataluña en el Parlamento Europeo, el sucesor de todo un Guardans Cambó. Así que busqué en Google "Ara CAT Ramon Tremosa suma + CiU".
En la página del candidato figura, de forma destacada, la misma fotografía que cabalga sobre los taxis, pero también hay una segunda imagen de Tremosa. Es, evidentemente, de la misma sesión, lleva el mismo traje e igual corbata de rayas blancas y azules, aunque el nudo está ligeramente aflojado, el cuello de la camisa se insinúa desabrochado e incluso en lo alto de la coronilla asoman unos cuantos pelos rebeldes, que se niegan a plegarse al orden constitucional. La luz también es distinta; más contrastada. De la faz del candidato de CiU ha desaparecido la media sonrisa de cura bondadoso, y el hoyuelo del mentón toma preponderancia sobre los finos labios rectilíneos.
El diagnóstico más preclaro de lo que sería el comunismo lo hizo el padre del anarquismo: Mijail Bakunin. La dictadura del proletariado, escribió, no es más que "un montón de mentiras bajo las que se oculta y acecha el despotismo de una minoría gobernante". ¿Que Tremosa no es comunista? Pues claro.
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