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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Medidas improvisadas

Falta elaboración política en las propuestas para salvar los sectores del automóvil e inmobiliario

Una de las virtudes que con razón se le atribuyeron al debate sobre el estado de la nación (también en este periódico) fue el grado de concreción de las propuestas económicas del presidente del Gobierno. Tras un diagnóstico bastante acertado y un reconocimiento razonable de los errores de previsión, Rodríguez Zapatero anunció la rebaja paulatina de la desgravación fiscal por vivienda y la implantación de ayudas directas a la compra de automóviles para contrarrestar el brutal descenso de la demanda. Pero ambas propuestas perdieron fuerza en la tramitación parlamentaria, y en el caso de la medida estrella para reanimar el mercado automovilístico, se está desperdiciando por una gestión desafortunada con las comunidades autónomas. De forma que hoy los potenciales compradores, los concesionarios, los Gobiernos autónomos y el propio Gobierno central desconocen exactamente quién pondrá los 2.000 euros de subvención prometidos, y los modelos y plazos incluidos.

El presidente propuso un cambio de "modelo productivo", que no significa cuestionar las relaciones de producción ni las instituciones básicas del sistema económico, sino conseguir un equilibrio mejor entre los factores del crecimiento económico, facilitando un mayor protagonismo de sectores intensivos en conocimiento y en trabajo cualificado. Un patrón económico más ordenado, en resumen. Es un propósito que identificó bien el programa electoral del PSOE en 2004, pero que ha sido olvidado en estos años. A ese propósito se dirigen algunas decisiones acertadas, como la supresión de la desgravación por compra de vivienda o la simplificación administrativa para la creación de empresas, incluida la extensión de las posibilidades de interlocución digital de los ciudadanos con el conjunto de las administraciones.

La decepción ha venido luego, al saberse que gran parte de las medidas propuestas carecían de la mínima elaboración para aplicarse inmediatamente. A la improvisación del Ejecutivo se han añadido las dificultades para conseguir apoyos parlamentarios para alcanzar la aprobación de las decisiones. Las prisas por hacer anuncios, por buscar sólo el efecto de los enunciados, sin dotarlos de contenido, no es una buena forma de gobernar. Todo enunciado ha de tener definido con precisión su itinerario de concreción y aplicación. Y en mayor medida si ésta depende del concurso de otras administraciones y de sus presupuestos.

El momento no aconseja ni excesos retóricos ni grandes representaciones. En mitad de una recesión, ciertas medidas en ámbitos como la fiscalidad, los estímulos de la demanda o la reforma del sistema bancario exigen amplios acuerdos. Y, desde luego, deben presentarse una vez bien estudiadas y con la viabilidad de su aplicación asegurada. Gobierno y PP necesitan fortalecer la seriedad de sus actuaciones y no contribuir más a la creciente erosión de la confianza de los ciudadanos.

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