Un cuento cruel
En 1979, el cineasta taiwanés Chi Lo, alias Joe Law, explotó en su película Tian can di que, distribuida en los mercados anglosajones como The crippled masters (Los maestros mutilados), el considerable potencial para el desconcierto y la provocación de la unión simbiótica entre un luchador de artes marciales sin piernas y otro sin brazos. Nueve años antes, el visionario Alejandro Jodorowsky de El topo ya había inmortalizado una imagen similar: el guardián del primer Maestro en el alucinatorio camino iniciático del protagonista era la suma de dos entidades amputadas redefinidas como fantasía de poder. Cuesta imaginar a Mohsen Makhmalbaf y a su hija Samira viendo una oscura película de artes marciales de los setenta o la canónica cult movie de Jodorowsky, pero El caballo de dos piernas, la película que, respectivamente, han guionizado y dirigido, parte de una inquietante imagen que remite a esos modelos: en la película, un niño sin piernas, víctima de la mina antipersona que acabó con la vida de su madre, dispone, a instancias de su padre, de un discapacitado psíquico que le sirve como medio de transporte, cuidador y criado. La película lleva su discurso ético y humanista en la frente, pero el resultado espolea más preguntas y resulta más perturbador que los precedentes mencionados, en los que el factor de provocación pesaba más que la voluntad de mensaje.
EL CABALLO DE DOS PIERNAS
Dirección: Samira Makhmalbaf.
Intérpretes: Ziya Mirza Mohamad, Harom Ahad, Gol Gotai Karimi, Khojeh Nader.
Género: drama. Irán, 2008.
Duración: 101 minutos.
Situados en el punto de mira de la intolerancia talibán, los Makhmalbaf han colocado en el centro de su discurso creativo la airada denuncia del empobrecimiento cultural asociado a la expansión del fanatismo religioso. Su condición de iraníes, cultos y sofisticados les ha colocado, en algunas ocasiones, en territorios limítrofes con la condescendencia a la hora de retratar, a ras de suelo, la realidad afgana. En El caballo de dos piernas los materiales de partida no son muy distintos, pero el resultado es un cuento cruel donde conviven ternura y atrocidad, un relato escalofriante sobre roles de poder y la cosificación del individuo que funciona tanto en su nivel literal como metáfora de muy largo alcance.
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