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Columna
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El granero

La cuestión es el granero. El granero, el granjero y sus dimensiones mentales. Es un tema universal y recurrente en este país de identidades que viven sin vivir en sí. Pero nadie había definido tan bien la cuestión hasta que el candidato del PP al Parlamento Europeo, Jaime Mayor Oreja, empezó su campaña ilustrándonos sobre las perversiones del bilingüismo, convertido como saben ustedes en tema central de la política europea. Explicó el ex ministro del Interior cómo la fortaleza de ánimo de su bisabuelo salvó a la estirpe de la ignominia del bilingüismo ya en 1890 en el "pequeño pueblo" de Ibarranguelu. Explicó cómo su bisabuelo, en una demostración de carácter, tomó una decisión: "Se esforzó para que sus hijos no se encerrasen en el granero. Prohibió que hablaran vasco en casa, para que aprendieran bien el español".

El dos contra uno en Ciutadans ha llevado a arrancar a Rivera de la presidencia, la portavocía y el coche oficial

Poco antes, sin inmutarse, Mayor Oreja había propuesto convertir el castellano en la segunda lengua oficial de la Unión Europea con el argumento de que medio continente -lástima que no sea el europeo- habla el mismo idioma. Probablemente, franceses y alemanes se sumarán entusiasmados a la idea.

Pocos días antes, también en un acto electoral sobre las europeas que utilizó para comentar el proyecto de ley de educación de Cataluña, el candidato del PP asimilaba la inmersión lingüística a la "inmersión en la ignorancia y la limitación".

Tres generaciones después, el tema continúa siendo el granero. La verdadera cuestión es cuál, qué granero mental cambió por el de origen, sino el del nacionalismo español, que tan estrecho resulta si se habla más de un idioma.

A pesar de las visitas de los líderes a las colonias en fechas señaladas, el PP parece tener algo más que un problema de comunicación con la población indígena mayoritaria. En un exceso imaginativo, la sección local liderada por Alicia Sánchez-Camacho publicaba un anuncio a toda página con los hijos de uno de sus dirigentes esposados y unos cuantos eslóganes contra la inmersión y la burocracia.

El PP catalán cambia sus caras periódicamente, pero mantiene sus políticas más frentistas y rentables en España. Políticas que le impiden crecer en Cataluña sin crear enfrentamientos animados por algunos medios de comunicación, que la realidad desmiente, pero que movilizan a los votantes del PP extremo y a los de la izquierda.

Nadie ha mejorado los resultados del PP de Alejo Vidal-Quadras (17 diputados en 1996), que continúa explotando las tesis de la guerra de la lengua de 1993, sobre la exclusión del castellano.

De aquella batalla y la anterior del manifiesto de los 2.300 (1981) y el Foro Babel (1996) se alimentan otros granjeros ahora en apuros. Con la obsesión lingüística como único programa y línea argumental de su iniciativa parlamentaria, los tres ciutadans viven su peor momento. La obsesión por la lengua actuó de cemento para un partido de ideología contradictoria. Desaparecidos los inspiradores del invento, Albert Boadella, Arcadi Espada y Francesc de Carreras, se mantienen al margen de la política de partido, y Teresa Jiménez-Barbat se ha incorporado a otra granja, la española de Rosa Díez.

El enfrentamiento de los últimos años entre Albert Rivera y Antonio Robles, que representan la línea liberal y la línea de izquierdas, ha explotado con la renuncia del último de los cargos y su salida del partido. El sainete ha llevado a la alianza de dos contra uno y a arrancar a Rivera de la presidencia, la portavocía y el coche oficial. El difícil equilibrio se ha roto con la elección de los aliados para las europeas. Rivera ha provocado la implosión del partido aliándose con lo más granado de la Europa escéptica y ultranacionalista: el movimiento Libertas, que cuenta con la Liga de las Familias, polaca, y con el siempre aparente vizconde Philippe Le Jollis de Villiers de Saintignon y su Mouvement pour la France, competidor de Le Pen e impulsor del no francés de 2005 a la Constitución europea. El líder de Libertas es Declan Galey, animador del no irlandés, un hombre de negocios del aluminio, la joyería, la madera y las telecomunicaciones en el Este, con sustanciosos contratos con el ejército de EE UU. Ciutadans ha pasado de la defensa del castellano en el granero local a la extrema derecha euroescéptica.

Esther Vera es periodista.

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