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Columna
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¿El Vietnam de Obama?

Francisco G. Basterra

Una frontera agreste y poco poblada de 2.600 kilómetros, dibujada artificialmente en 1893 por un funcionario británico llamado Henry Mortimer Durand para separar la India colonial del indomable Afganistán, se ha convertido en la zona cero de la geoestrategia mundial y en la prioridad exterior del presidente Obama. La Línea Durand, que señala un borde imaginario, nació para dividir a la nación de los pastunes con los que no podía el imperio de la reina Victoria. Más de un siglo después, esta región, donde se rozan Afganistán y Pakistán, es el tablero crítico donde EE UU va a dar una batalla de incalculables consecuencias. Es la guerra de Obama en Afganistán, adonde el presidente está a punto de enviar 20.000 nuevas tropas. Pero antes, debe librarse en Pakistán. En AfPak, el borde poroso entre los dos países que sirve de refugio a los talibanes y de incubadora a Al Qaeda, desde el que bombear yihadistas hacia Afganistán y preparar terroristas exportables al escenario occidental.

Kennedy comenzó con cientos de asesores y acabó con miles de tropas en los arrozales vietnamitas

El avance de los talibanes, sin oposición aparente, desde el valle de Swat hasta el distrito de Buner, a 100 kilómetros de Islamabad, la capital paquistaní, imponiendo en su camino, con el acuerdo del Gobierno civil de Zardari, la sharia o ley islámica, ha desatado la alarma en Washington. EE UU considera de interés nacional atajar esta amenaza, que condiciona la guerra para detener la deriva de Afganistán hacia un Estado fallido. Y cree que le toca hacerlo al Ejército paquistaní. Se trata de garantizar con urgencia la estabilidad de Pakistán para que su arsenal de 100 armas nucleares no caiga en manos de radicales. Éste es el telón de fondo de la convocatoria en Washington esta semana de los dos aliados estadounidenses en la zona: el presidente paquistaní, Alí Zardari, y el afgano, Hamid Karzai. Dos socios poco fiables para EE UU, donde son considerados como poco más que alcaldes de Islamabad y Kabul. Hay dudas de que Zardari sea capaz de controlar al Ejército, un Estado dentro del Estado. Mientras muchos países tienen un ejército, el Ejército de Pakistán tiene un país.

¿Podría convertirse AfPak en el Vietnam de Obama? La pregunta puede ser más pertinente de lo que parece a simple vista. Ha declarado una guerra en Afganistán, en principio, con el objetivo limitado de contener a los restos de Al Qaeda. Renuncia a construir naciones y pretende un enfoque que vaya más allá de lo militar con el uso del poder blando. Pero lo que está ocurriendo en Afganistán y, en gran medida, en Pakistán, es una guerra civil. ¿Va a implicarse EE UU? La Administración Obama dice que no, pero algo similar le ocurrió a John Kennedy nada más iniciar su presidencia, en 1961. Comenzó mandando asesores, unos cientos al principio, para entrenar al Ejército de Diem en Vietnam del Sur, y EE UU acabó con una escalada con cientos de miles de tropas combatiendo en los arrozales vietnamitas porque el Ejército local se mostró incapaz de contener el dominó comunista.

Medio siglo después, la situación tiene algunos puntos de contacto. Obama está intentando que Zardari, su Diem, se enfrente al problema y lo resuelva sin necesidad de una intervención directa estadounidense. Al máximo, unos aviones no tripulados que disparan misiles sobre AfPak en búsqueda de militantes de Al Qaeda y que acaban siendo contraproducentes, al provocar cuantiosos daños colaterales sobre civiles. EE UU exige que el Ejército paquistaní resuelva la papeleta. Pakistán es un país musulmán y los militares no ven un enemigo en los talibanes ni en los yihadistas. India es su verdadero rival. Obama solicita más dinero al Congreso y a los aliados para ayuda militar y civil a Pakistán, que hasta ahora se ha evaporado en la corrupción. Y, como hizo JFK en Vietnam, ha enviado a 70 militares estadounidenses para entrenar en la lucha contraterrorista al Ejército paquistaní.

En un libro recién publicado, War of Necessity, War of Choice (Simon & Schuster), Richard Haas, presidente del influyente Consejo de Política Exterior y que participó en las Administraciones de Bush padre y Bush hijo en la preparación de las dos guerras contra Irak, distingue entre las guerras necesarias y las guerras de opción. Entre las primeras se incluirían la II Guerra Mundial, la primera guerra del Golfo y la primera guerra de Afganistán tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Las segundas, las que se eligen, estarían representadas por la última guerra contra Irak, en 2003, la de Vietnam, o incluso la guerra hispano-norteamericana sobre Cuba. Las primeras son inevitables. Mientras que las opcionales suelen implicar intereses menos vitales y no tienen en cuenta la existencia de alternativas políticas viables para evitarlas. Estarían así menos legitimadas. Haas entiende que Obama está ampliando la guerra inicial de Afganistán, en principio, necesaria, a una contienda de elección y, por tanto, evitable.

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