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Crítica:LIBROS | Narrativa y ensayo
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Acciones e incertidumbres

Joaquín Estefanía

En estos tiempos de crisis hay que subrayar que antes que una burbuja inmobiliaria o crediticia, como las que padecemos, hubo una burbuja del conocimiento mediante la cual nos hicieron creer que había una economía de mercado autorregulada, sin asimetrías de información entre los que participan en ella y sin límites en su relación con los recursos naturales, entre ellos el medio ambiente, que era eficiente y la mejor posible. Ahora que padecemos los efectos y los abusos de aquella ideología económica (pues se ha demostrado que se trataba de una representación falsa de la realidad) ha estallado, poco a poco, esa burbuja del conocimiento.

Los estudios que analizan la existencia del cambio climático y la acción del hombre como principal responsable del mismo son cada vez más abundantes y mejoran en su calidad científica y técnica, Los informes del Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés), de la ONU, el Informe Stern sobre la economía del cambio climático, o este libro sobre el mismo tema del catedrático de Fundamentos del Análisis Económico Jaime Terceiro, son algunos de esos estudios solventes, rigurosos y muy pedagógicos sobre lo que está ocurriendo con los gases de efecto invernadero en todo el planeta.

Economía del cambio climático

Jaime Terceiro Lomba

Taurus. Madrid, 2009

140 páginas. 12 euros

Es muy sugerente que, por fin, se haya establecido un binomio de relación entre la economía y el cambio climático y se comiencen a hacer análisis coste-beneficio de sus efectos o de las acciones para combatirlo. En el libro de Terceiro hay abundantes ejemplos de que el autor es economista. ¿Qué sabemos del cambio climático?: que hay una subida de la temperatura media mundial y de la altura media del mar; que baja de modo constante la cubierta de nieve del hemisferio norte; que hay alteraciones climáticas que conllevan serios impactos en el ambiente planetario y en el sistema socioeconómico; que las fuentes de los gases de efecto invernadero son la quema de combustibles, los procesos industriales, la agricultura, la deforestación, el turismo o la vivienda, es decir, la acción del hombre; y que los efectos de esas emisiones sobre el sistema climático son independientes del país en que se encuentra la fuente, por lo que se requieren soluciones multilaterales y globales. El resto son incertidumbres científicas y, por tanto, hay que alejarse de afirmaciones categóricas ya que, cuando los problemas están caracterizados por significativos niveles de duda e inseguridades, lo razonable es hablar de probabilidades.

También como buen economista, Terceiro sabe que hay que ser especialmente cuidadoso para que no siempre los factores cuantitativos dominen a los cualitativos, como puede ser en nuestro caso la pérdida de la biodiversidad. Es arrogante que los economistas cuantifiquen en demasía las erosiones y cambios en el medio natural en términos monetarios. Piénsese, por ejemplo, en la dificultad de valorar la extinción de muchas especies animales y vegetales. ¿Cómo pueden traducirse estos fenómenos nocivos en términos monetarios?

Como resumen, el autor opina que la evidencia científica disponible indica que ha llegado el momento de dejar de poner el énfasis exclusivamente en la polémica sobre si el cambio climático está teniendo lugar en nuestras sociedades o en seguir cuestionando las causas de este cambio. Es hora de debatir en profundidad sobre las medidas que hay que tomar y los costes que estamos dispuestos a asumir a corto y medio plazo. Y hace suyas las palabras del analista británico Martin Wolf, nada sospechoso de inventarse problemas, que ha escrito que el del cambio climático "es, con mucho, el problema de acción colectiva más complejo en la historia de la humanidad. Su solución exige una acción concertada entre participantes desiguales, por lo menos a lo largo de un siglo. Por tanto, lo correcto es intentarlo. Si no lo intentamos nosotros, ¿quién? Y si no lo hacemos ahora, ¿cuándo?". -

Vista aérea de bosques roturados en Novo Progreso (Brasil) para plantar soja.
Vista aérea de bosques roturados en Novo Progreso (Brasil) para plantar soja.ALBERTO CÉSAR/ GREENPEACE

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