Praga aprueba el Tratado de Lisboa
La decisión del Senado checo deja la última palabra al referéndum de Irlanda
El Senado checo aprobó ayer por una cómoda mayoría de 54 votos a 20, con cinco abstenciones, el Tratado de Lisboa, que ahora se enfrenta al último gran obstáculo, su aceptación en referéndum por Irlanda el próximo otoño. La votación de la Cámara alta checa se suma a la ya favorable de la Cámara baja, ambas en sintonía con la opinión popular, lo que no impidió al euroescéptico presidente Vaclav Klaus reiterar su negativa a ratificarlo mientras no haya veredicto irlandés. La votación del Senado fue recibida con alivio y parabienes en las instituciones comunitarias. "Tras esta noticia, el voto irlandés tiene muy buenas perspectivas", declaró el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso.
La Comisión Europea recibe la votación con alivio y parabienes
La República Checa era el único país de los Veintisiete que no se había pronunciado sobre el Tratado de Lisboa, y el debate y la votación de ayer venían precedidos por el intenso enfrentamiento partidista del Gobierno, encabezado por el liberal Mirek Topolanek, con la oposición, liderada por los socialdemócratas. La oposición logró imponerse en la Cámara baja, donde en otro momento derribó el plan de Topolanek de acoger el escudo antimisiles en Europa, y los liberales estuvieron muy tentados de hacer pagar esta afrenta política en el Senado a costa del Tratado de Lisboa, defendido por los socialdemócratas.
El de ayer fue un debate seco, con momentos de amargura y resignación en las filas del Partido Cívico Democrático (ODS) de Topolanek, grupo que pese a contar con fuerza suficiente (36 de 81 senadores, en una votación que requería una mayoría de tres quintos, 49 escaños) para enterrar Lisboa optó resignadamente por lo que consideró inevitable o menos malo. Topolanek, que dejará mañana de ser primer ministro a causa de una moción de censura perdida en marzo, lo dejó bien claro a los suyos y a la nación: "No acepto el Tratado de Lisboa con euforia. Pero es el precio a pagar por ser miembro del club".
Entre los fervientes partidarios del texto se encuentra el ministro saliente de Asuntos Europeos, Alexander Vondra, quien defendió en el Senado, bajo una bóveda de barroco desnudo en un antiguo palacio en la parte vieja de Praga, la necesidad de que la República Checa siga jugando un papel en Europa.
La imagen del país estaba en juego y no pocas voces airearon la vergüenza sentida por el espectáculo dado en la escena comunitaria, incluida la caída del Gobierno en plena presidencia semestral. "Es un gran día para la posición de la República Checa en el mundo y en Europa", declaró Vondra en conferencia de prensa.
Fue una votación a la defensiva. Un rechazo "nos hará caer en la esfera de influencia de Moscú", dijo Topolanek. Jeromir Stetina, un senador independiente partidario del sí, abundó en la idea del amenazante oso ruso: "Por eso, es importante estar en Europa".
La aprobación del Tratado de Lisboa debe ser ahora firmada por el presidente Klaus, quien desde su palacio, que cae a pico sobre el Senado, no se inmutó. Para él nada ha cambiado. "Por ahora, el Tratado de Lisboa está muerto, porque fue rechazado en referéndum por un Estado miembro", dijo en referencia a la consulta del pasado junio en Irlanda. Klaus indicó que firmará el texto cuando los irlandeses lo ratifiquen.
No era un Klaus recalcitrante lo que esperaban Vondra y los eurófilos. Antes de que hablara el presidente, el ministro había aventurado que Klaus, que ha dado pruebas de pragmatismo en el pasado, se avendría a los hechos. También se cierne sobre la votación de ayer la amenaza de filibusterismo constitucional, para lo que hacen falta 17 senadores que quieran plantear un recurso ante el máximo tribunal checo. Visto desde fuera eran reacciones numantinas sin visos de pasar a mayores. Tampoco parecen un gran escollo las reticencias del presidente polaco, Lech Kaczynski, que espera al sí irlandés para firmar el tratado. Por último, el presidente alemán, Horst Köhler, espera el visto bueno del Constitucional para firmar el documento.
Barroso dio el tenor sobre el horizonte despejado: "Tras la noticia de hoy [por ayer], el voto irlandés tiene muy buenas perspectivas". En el Consejo Europeo del mediados de junio está previsto que se le den a Irlanda garantías (de fiscalidad, sobre su neutralidad, sobre el aborto y el mantenimiento de un comisario) que inclinen a los votantes hacia el sí en la consulta prevista para otoño.
Aunque los eurófilos temen que la consulta irlandesa concentre todo el fuego graneado y los medios de quienes defienden el no a Lisboa en cualquier punto de Europa, un conocedor del ánimo existente en la isla comentaba ayer en Praga que el país está muy concentrado en la crisis económica y ve Lisboa como un asunto menor sobre el que más vale pasar página de una vez.
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