La era de Gordon Brown se desvanece
Los reveses políticos y económicos deterioran día a día la imagen del primer ministro británico - Dirigentes del laborismo contactan con los liberales para pasarse de bando
El 2 de mayo de 1997, Tony y Cherie Blair entraron triunfantes en Downing Street. El Partido Laborista británico volvía al Gobierno tras un largo calvario de casi dos decenios en la oposición. Doce años después, el laborismo vive inmerso en una profunda crisis y cada vez más convencido de que ha llegado de nuevo la hora del cambio. Los diputados laboristas huelen ya la derrota, y el primer ministro, Gordon Brown, ve cómo se evapora su autoridad semana tras semana.
"Me da vergüenza ser diputado laborista", declaró el viernes el ex ministro del Interior y profundo blairista Charles Clarke. "El laborismo ha perdido sus antenas", aseguró ese mismo día otro ex ministro del Interior, David Blunkett. "No apostaría mi dinero por una victoria laborista en las próximas elecciones", reconoció el ex alcalde de Londres Ken Livingstone. "Tenemos una última oportunidad de reemplazar a Brown tras las elecciones locales y europeas de junio", propuso el diputado Frank Field, un conocido rebelde del partido.
Rebeldes laboristas quieren reemplazar a Brown tras las elecciones europeas
"Me da vergüenza ser un diputado laborista", dijo un ex ministro de Blair
El Gobierno ha sido humillado dos veces la pasada semana en el Parlamento
El diario proconservador The Daily Telegraph hizo estallar ayer una bomba política al asegurar que el Partido Laborista se enfrenta al peligro de una escisión de sus sectores más moderados, dispuestos a pasarse al Partido de los Liberales Demócratas en el caso de que el laborismo sucumba a la tentación de dar un radical giro a la izquierda si -como parece más que probable- pierde las próximas elecciones.
El antiguo líder de los liberales-demócratas, Paddy Ashdown, asegura en una entrevista concedida al Telegraph que varios dirigentes laboristas le han confiado que están dispuestos a dejar el partido si los laboristas abandonan el centrismo que introdujo Tony Blair en los años noventa. Y el rotativo asegura que el actual líder liberal, Nick Clegg, ha autorizado en privado un "acercamiento secreto a blairistas descontentos, intentando persuadirles para que se unan a los liberales-demócratas en lugar de formar su propio partido".
El actual Partido de los Liberales Demócratas surgió de la fusión en 1988 del viejo Partido Liberal y del recién creado Partido Social Demócrata (SDP, en sus siglas en inglés). El SDP había sido fundado en 1981 por la llamada "banda de los cuatro", los diputados Roy Jenkins, David Owen, Bill Rodgers y Shirley Williams, que se escindieron del Partido Laborista porque no estaban de acuerdo con el izquierdismo de su líder de entonces, Michael Foot.
El miedo a un giro a la izquierda se ha plasmado sobre todo tras la improvisada decisión del Gobierno de Gordon Brown de incrementar del actual 40% al 50% el tipo máximo del IRPF, adelantando en un año un incremento ya previsto del 40% al 45%. La subida no ha sido mal recibida por las encuestas en un momento en que la crisis financiera ha puesto a los ricos en el ojo del huracán. Pero el propio ministro del Tesoro y canciller del Exchequer, Alistair Darling, ha reconocido que fue una decisión precipitada que se tomó sin evaluar previamente con detalle su verdadero impacto recaudatorio. Muchos expertos creen que ese impacto será mínimo y que, en cambio, la medida retraerá la inversión en el Reino Unido.
El nerviosismo de los laboristas es la culminación de varias semanas de permanente deterioro de la imagen de Gordon Brown. Los esperados beneficios propagandísticos de la cumbre del G-20, especialmente por la presencia del carismático nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se evaporaron de inmediato con el estallido del llamado caso McBride: una campaña de desprestigio personal de los máximos dirigentes del Partido Conservador que preparaba Damian McBride, un íntimo colaborador de Brown que se vio obligado a abandonar Downing Street.
El presupuesto para el año fiscal que empieza en abril es tradicionalmente un buen momento para el Gobierno. Pero el pésimo estado de la economía británica y la gigantesca montaña de deuda pública que tendrá que emitir el Tesoro para superar la crisis han hecho añicos el ya maltrecho prestigio del primer ministro, que entre 1997 y 2007 estuvo al frente de la economía.
El deterioro de la imagen de Brown se ha acentuado dramáticamente esta semana. Primero, cuando el primer ministro se vio obligado a dar marcha atrás en su propuesta de reformar el sistema que financia los gastos de los diputados y sustituirlo por dietas de asistencia.
Es un tema políticamente muy sensible en un país al que le encanta acusar de corrupción al continente y que vive con gran incomodidad la realidad de que sus propios diputados abusan del dinero público. Pero Brown no acertó ni en el fondo ni en la forma. Su ocurrencia de lanzar su propuesta a través de un vídeo en YouTube provocó una mofa generalizada por las constantes sonrisas forzadas de un primer ministro más incómodo que nunca ante las cámaras. Y su idea de pagar a los diputados por el simple hecho de que pasen por la oficina, sin siquiera tener que justificar sus gastos, provocó un rechazo generalizado de la oposición, pero también entre muchos diputados laboristas. Brown se vio obligado a dar marcha atrás para evitar que su propuesta fuera derrotada en los Comunes.
La humillación fue aún mayor el miércoles, cuando los Comunes aprobaron una moción presentada por los liberales-demócratas defendiendo el derecho de los gurkas -guerreros nepaleses que combaten en el Ejército británico- a residir en el Reino Unido. Una treintena de laboristas votaron contra el Gobierno y muchos más se abstuvieron. Es la primera vez desde 1978 que el Gobierno pierde una propuesta presentada por la oposición.
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