"La cultura de Estados Unidos está obsesionada con la juventud"
Está considerado como uno de los mejores actores americanos, si no el mejor. También uno de los más complicados. Alguien a quien Laurence Olivier, celoso o asombrado, tuvo que recordar que el trabajo de intérprete es "actuar", sin necesidad de dejarse la vida en ello. Pero Dustin Hoffman vive para ser actor. Olivier también se equivocó cuando le dijo que "un actor no alcanza a lograr más de tres o cuatro buenas interpretaciones". El más improbable de los galanes, este californiano de 71 años ha dado vida a algunos de los personajes más famosos de Hollywood, desde su salto a la fama con El graduado, pasando por el Ratso Rizzo de Cowboy de medianoche, Kramer contra Kramer, Todos los hombres del presidente, Tootsie, Rain man, Papillon o incluso Maraton man junto a Olivier. Como dice, tan irónico como divertido, "desde la cumbre de su declive", lo suyo es seguir actuando aunque lo haga en una industria que ha cambiado y donde parece imposible hallar lugar para viejas leyendas. El viernes próximo se estrena en España Nunca es tarde para enamorarse, donde Hoffman comparte protagonismo con la británica Emma Thompson.
"Soy famoso por volcarme en mis papeles, por aportar mi experiencia"
"A mis 71 años me siento más libre que nunca de mis demonios"
Pregunta. Se podría decir que Hollywood no es país para viejos...
Respuesta. Algo que no ocurre en Europa, donde es fácil ver películas con protagonistas por encima de los 30. El problema está en nuestra cultura, interesada únicamente en la juventud. Diría mejor obsesionada. Pero deberían echar un vistazo a su alrededor, porque los que estamos por encima de los 40 somos mayoría.
P. Quizá no en las salas...
R. O quizá no se escriben ese tipo de guiones. O nadie los compra. Pero como me dijo mi esposa cuando dejé de trabajar después de Sphere porque no encontraba un guión de mi gusto, "mejor que cambies de mentalidad porque las cosas ya no son como eran". Claro que la estaba volviendo loca todo el día en casa.
P. ¿Cuál fue el cambio? ¿Cómo decide ahora sus trabajos?
R. Soy de los que piensan que, de los artistas, los actores somos los más limitados. Pasivos, siempre a la espera del mejor guión. Incluso cuando tomamos la iniciativa y ponemos en marcha clases o talleres es como pagarnos a nosotros mismos para tener público. Lo único que queremos es actuar. Yo disfruto de una posición privilegiada en la que siempre tengo trabajo. Quizá no es el mejor pero escojo por gusto. Así conocí a Marc Forster, con quien hice Más extraño que la ficción, donde conocí a Emma Thompson y como actores empezamos a pensar cómo trabajar en algo más extenso. De ahí nació Nunca es tarde para enamorarse.
P. Thompson dice que está enamorada de usted, pero que nunca viviría a su lado. ¿Tan terrible es convivir con usted?
R. Si te sirve de referencia, la única vez que mis hijos me dijeron que uno de mis personajes se parece a mí fue con Los padres de él. Y no creo que te quieras casar con el señor Focker. Dejémoslo en que tengo mis rarezas.
P. Rarezas que ha sabido traducir a la pantalla en algunos de sus trabajos más inolvidables.
R. Soy famoso por volcarme en lo que hago, por ser capaz de aportar mi propia experiencia en cada trabajo. En Kramer contra Kramer yo también me estaba divorciando. Así que la película se convirtió en algo autobiográfico. Tootsie fue otra autobiografía, una sátira sobre lo difícil que es trabajar dentro del sistema cuando eres un purista en tu trabajo. Rain man, Cowboy de medianoche son personajes marginales, marginados, y así es como me siento, alguien capaz de identificarse con Dumbo [gesticula con las orejas y la nariz], fuera de los parámetros que la sociedad considera normales y al que nunca le gustó socializar en esos años entre la pubertad y la adolescencia que forman tu personalidad.
P. Una adolescencia que incluyó una preparación musical de la que da muestra en Nunca es tarde para enamorarse. ¿Por qué se decidió por la interpretación y no por la música?
R. Porque en caso de fracaso, algo que creía seguro en ambas situaciones, sería menos doloroso como actor que como músico, donde habría perdido el tiempo practicando solo todo el día. Mi padre adoraba el jazz y como hijo de familia judía no faltó tiempo para que me sentaran delante de un piano. Lo divertido es que en mi caso fue verdad precisamente con la canción de la película, Shoot The Breeze, un tema que compuse cuando tenía 20 años para la primera chica que me abandonó. Años más tarde lo utilicé en un especial con Bette Midler y luego Sting lo escuchó y acabamos interpretándolo en el Carnegie Hall en una gala benéfica. Una pena que mis padres ya hubieran muerto.
P. ¿Hay algún momento en especial de su carrera que le gustaría volver a vivir?
R. El que estoy viviendo ahora, porque me siento más cerca de mí mismo de lo que me he sentido nunca. Me siento más libre que nunca de mis demonios. Dicen que la vida tiene tres actos: juventud, madurez y senectud. Yo soy de los que piensan que no hay más de dos. Uno en el que tienes la suerte de disfrutar de todas tus facultades y otro en el que ocurre ese algo que altera tu vida de forma dramática y lo que queda por ver es cómo reaccionas ante esa situación. Toco madera. Todavía no he llegado a ese momento y, sin embargo, disfruto plenamente y por primera vez del primer acto que he construido a lo largo de estos años. Tengo la fortuna de disfrutar de una carrera, de una familia, tengo dinero y creo que lo más difícil de mi vida es aceptar que me merezco todo esto.
Babelia
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