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La crisis obliga a emigrar a los pequeños patronos

Dos empresarios de La Marina Alta se van a Francia y Bulgaria para trabajar

"Tenemos que irnos a otros países. Quedarse aquí es el embargo". Simó Síscar y Carlos Escrivá poseen dos pequeñas empresas que en los tiempos dorados del urbanismo se dedicaban a realizar obras menores para grandes constructoras: escayolado, tabicado, reforma de fachadas... Ahora, por el estallido de la burbuja inmobiliaria, están al borde de la ruina, y se han ido a otras latitudes.

A Escrivá, que trabaja en Ondara, algunas grandes promotoras le han dejado una deuda de 1,5 millones de euros que ya no confía en recuperar: "He tenido que empeñar todo mi patrimonio, a pesar de que todas las obras que no me han pagado están acabadas". Síscar, cuya empresa familiar está en Pego, se encuentra en la misma situación: "Me deben 100.000 euros y sobrevivo gracias a favores, a veces no tengo ni para gasolina pese a trabajar 12 horas diarias".

Desde estas Navidades los dos empresarios ya están trabajando en Varna, una ciudad de la costa de Bulgaria donde las subvenciones de la Unión Europea alivian la crisis. "Yo tenía un socio búlgaro que trabajó aquí nueve años y ahora nos tenemos que ir". No es su único país de destino. La próxima semana, Síscar se llevará a cinco operarios a la región de París, donde trabajarán en la construcción de un gran hospital. Nada nuevo para él: su padre ya tuvo que marchar a Argelia y él mismo se fue a Francia durante la crisis de los años noventa. Síscar considera que si la situación no es tan mala en otros países europeos es "porque los constructores no han especulado y el precio de la vivienda se mantiene estable". Pero aquí los promotores compraban nuevos solares antes de vender los pisos ya construidos. Se sienten abandonados como pequeños empresarios: imposibilidad de cobrar las deudas, adelanto del IVA, pagarés que vencen a 180 días, pólizas que no se renuevan, bancos que no dan créditos y amenazas de embargo.

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