Torerísimo Juli
Talavante cortó dos orejas; El Cid amagó en tarde insegura, y el protagonista indiscutible fue El Juli, torerísimo en todo momento.
Pero antes de entrar en faena, es precisa una aclaración: la corrida más interesante de la feria hasta la fecha estuvo presidida por el toro moderno. A saber: de presencia escasa, de penosa flojedad, falta de fiereza y, en algunos casos, docilidad perruna; una corrida noble, con abundante sosería y corto aguante. La corrida moderna en todo su apogeo, adornada, además, con pitones escobillados (escandalosos los del quinto que fue devuelto), que es sospecha manifiesta de manipulación fraudulenta. Toro moderno y toreros modernísimos, como los casos de Talavante, hundido ante el deslucido sexto cuando tenía entreabierta la Puerta del Príncipe, y El Cid, torpe e inseguro ante el soso segundo, e ingenuo ante el noble quinto. Decididamente, las figuras tienen una preocupante incapacidad para sobreponerse a las dificultades.
El Ventorrillo / El Juli, El Cid, Talavante
Toros de El Ventorrillo, el quinto como sobrero, desigualmente presentados, blandos y sosos; nobles tercero y sexto. El Juli: estoconazo (oreja); tres pinchazos y estocada (vuelta). El Cid: pinchazo y casi entera tendida (silencio); estocada (ovación). Alejandro Talavante: estocada (dos orejas); estocada perpendicular y un descabello (silencio).
Plaza de la Maestranza. Día 25 de abril. Décima corrida de feria. Lleno.
Punto y aparte merece don Julián López El Juli, que consiguió por méritos propios que la plaza de Sevilla se le rindiera de forma unánime. No salió a hombros, pero sí quedó prendado en el corazón de Sevilla. Llegó dispuesto a comerse la Maestranza y se dio un atracón. Desde que recibió a su primero de capote dejó la impronta indeleble de su entrega sin límite, de un conocimiento rayano en la perfección, de un poderío absoluto y de un magisterio ejemplarizante. No es un exquisito este Juli, pero ostenta tanto mando en la plaza y tanta raza en su corazón que es un torero grande. No fue un toro pastueño el cuarto, al que El Juli había toreado primorosamente a la verónica de salida y en un quite. Brindó al respetable y pronto dejó claro su propósito. Inició su labor con cuatro pases por alto sin mover las zapatillas, le plantó cara y lo sometió en dos tandas de derechazos robados literalmente a un toro tardo de embestida. Pero quedaba lo mejor: naturales largos, medidos, sentidos, hondos... Y cuando el animal se negó a embestir, se metió entre los pitones, se dejó rozar la taleguilla una y otra vez y exprimió a su oponente. Tanto, que el toro se encogió y no le ayudó a la hora de matar. La maestría ya la había demostrado en el primero, de corto viaje, al que dominó con esmerado fundamento. Sólo el estoconazo -entró a matar con todo el cuerpo- mereció la oreja.
Este público facilón se encandiló con los destellos de un Talavante pinturero ante un toro nobilísimo, ante el que destacó más en los adornos que en el toreo fundamental. Y El Cid se arrugó ante el soso segundo, y, cuando mejor toreaba al quinto, perdió la muleta y se rompió el encanto. Lo dicho, toreros modernos y, ayer, también, un torerazo.
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