De seda y barro
Por sus trajes les conoceréis. En sus comparecencias públicas la mayoría de los altos cargos del PP parecen cortados por el mismo patrón y encorbatados por el mismo verdugo, amante de los rasos y de los brillos. La moda Gürtel hace desfilar por las pasarelas judiciales a los maniquíes de Correa, financiador y mentor de trajes de alta gama para políticos a la medida. La fiscalía ve indicios contra el número dos del PP valenciano, Ricardo Costa; al margen de los datos que manejen los fiscales para implicarle, creo que a Costa le delató su vestuario. En una fotografía publicada en el suplemento dominical de este diario, acompañada de un impagable comentario de Juan José Millás, Francisco Camps y su segundo de a bordo posaban hieráticos como figuras de un museo de cera para que no les salieran pliegues. Embutidos en sus flamantes ternos, los políticos valencianos ofrecían un posado de escaparate, autómatas cerúleos y clónicos.
Un día de éstos tengo que llamar al doctor Montes para que mire mi obsesión con Aguirre
No sé quién le cortaba los trajes a Manuel Lamela cuando ejercía de consejero de Sanidad y se dedicaba a acumular falsos testimonios contra los médicos de Leganés, pero, a juzgar por las imágenes, desempolvadas a raíz de la querella presentada por Luis Montes y admitida por el juez, los patrones de sus trajes y de sus corbatas parecían salidos del mismo catálogo. Fondos de armario y fondos de reptiles. Los bajos fondos de la siniestra conspiración de las sedaciones de Leganés emergieron con una denuncia falsa y anónima que acusaba a Montes y a su equipo de haber cometido 400 homicidios con sedaciones terminales a pacientes no graves. El libelo sirvió como punto de partida para una cadena de actuaciones judiciales emprendida por el mal aconsejado consejero, practicante de la inane teoría del sostenella y no enmendalla, muy popular en la Edad Media, hasta sus últimas consecuencias y contra todas las evidencias. "Políticamente ya no puedo dar marcha atrás", reconoció Lamela ante uno de los médicos denunciados, en un desesperado intento por reconducir el espinoso asunto hacia otros cauces y en una aplicación impecable del infame sofisma medieval. Hoy, la sospechosa fijación de Lamela le pasa factura en los tribunales. Esperanza Aguirre, inspiradora del proceso inquisitorial, no tardaría mucho en defenestrar al vesánico adalid del dolor ajeno y sustituirlo por otro figurín aspirante a figura, Güemes, el de los encantos. La presidenta no destituyó a Lamela por sus actuaciones en el caso Leganés, en el que fue bien servida, sino por su acercamiento al sol que más calienta del marianismo que recuperaría su buena estrella tiempo después para frustrar un poco más las aspiraciones de Aguirre.
Hablando de fijaciones obsesivas, un día de éstos tengo que llamar al doctor Montes para que mire la mía con Esperanza y me recete algún sedante. No hay columna posible sin el fuste de la presidenta, su desbordante actividad en todos los frentes, sobre todo en los que abre ella misma con sus descalabros y encalabrinamientos, me desborda. No hay día que Aguirre deje sin línea o sin imagen, a no ser que uno conecte con las desconexiones de Telemadrid, que parece haberse anticipado al apagón analógico por imperativos huelguísticos. Cuatro años después de iniciarse, con premeditación, alevosía y desprecio de lógica, el kafkiano proceso contra Montes y sus compañeros de odisea, Lamela comparece, esta vez como querellado y no como querellante, ante el tribunal. Cuatro años en los que los humillados, ofendidos y castigados médicos de Leganés han vivido bajo la sombra de una duda, de una sospecha, que sólo podían seguir alimentando y retroalimentando los fieles más recalcitrantes del esperancismo tras el archivo de la causa dictado por la Audiencia el 21 de enero de 2008, en el que se ordenaba también eliminar todas las referencias a la "mala práctica" médica.
En el linchamiento de los médicos de Leganés participaron seis galenos afines a Lamela, un comité de expertos, designado a dedo, para meterle mano a los "sedadores excesivos", desautorizado por la fiscalía y descalificado por los peritos del Colegio de Médicos de Madrid, entre otras instancias. Los científicos convocados a consulta declararon en su día que no podía haber dosis excesivas porque el único límite de la sedación es evitar el dolor. Sólo queda esperar que la herida infligida a Montes y a sus compañeros no cierre en falso y que los culpables reciban algo de su propia, y no precisamente indolora, medicina.
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