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De partido único a líder único

La oposición y la prensa de Argelia ven como un retroceso la reelección del presidente Buteflika en un nuevo 'plebiscito'

Es como una vuelta atrás. Intelectuales independientes, la prensa escrita y, por supuesto, la oposición lo afirman al unísono: Argelia ha retrocedido 20 años. Cuatro meses después de las revueltas de octubre de 1988, que se saldaron con 174 muertos -estimaciones independientes elevan a 500 el número de víctimas mortales-, el pluralismo político se impuso en Argelia tras un cuarto de siglo de partido único (Frente de Liberación Nacional). Poco a poco, desde 1989, el pluralismo se ha ido deshilachando.

Las cuartas elecciones presidenciales, que se celebraron el 9 de abril, le han dado la puntilla. Abdelaziz Buteflika, de 72 años, fue reelegido presidente por tercera vez con el 90,24% de los sufragios. Si su salud se lo permite -en 2005 fue operado en París de una úlcera sangrante- seguirá en el cargo hasta los 77, si es que no se presenta nuevamente.

La crisis acentúa el malestar crónico de un país azotado por las revueltas

Los partidos tradicionales de oposición boicotearon las elecciones y los cinco candidatos, carentes de peso político, que sí se presentaron a las presidenciales no osaron criticar al jefe del Estado durante la campaña. Todos denunciaron después el "fraude" en las urnas para convertir a la elección en un "plebiscito".

"Tras 20 años de pluralismo (...) Argelia ha dado varios pasos atrás con un resultado similar a los de algunos países del Tercer Mundo, como el Irak de Sadam, Túnez, Siria o Egipto", constata en su editorial El Khabar, el principal diario argelino.

Argelia "avanza en dirección prohibida por la calle de la historia", sostiene la formación laica Reagrupamiento Constitucional Democrático. "Es una etapa suplementaria hacia la restauración del partido único", recalca el Frente de Fuerzas Socialistas, integrado en la Internacional Socialista.

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En Argelia se está instaurando una "dictablanda", sostiene el politólogo argelino Mohamed Chafik-Mesbah. "No es que el poder esté ahora concentrado en una institución, la presidencia, es que está en manos de una sola persona", escribe Jacob Mundy, de la Universidad de Exeter (Reino Unido), dando así a entender que ha logrado arrinconar a la cúpula del Ejército, que tanta influencia ejerció.

El inmenso poder que ostenta el presidente no garantiza el éxito de su gestión. "Argelia entra en una era de absolutismo sin precedentes en el momento en que una crisis profunda golpea a la sociedad y paraliza al Estado y a sus instituciones, incapaces de gestionar con eficacia la incorporación a la modernidad", asegura el diario francófono El Watan.

Mucho antes de que empezase a ser sacudida por la crisis mundial, Argelia ya era un país bajo tensión. Primero, padece los zarpazos del terrorismo islamista, aunque éste es cada vez menos dañino. No logra ya penetrar en las grandes ciudades y el número de víctimas que provoca disminuye cada año. El problema son, más bien, subraya el profesor Mundy, las "revueltas juveniles -a propósito del fútbol, del empleo, de la vivienda o de la hogra, una expresión argelina que significa ser despreciado- que se registran cada semana en una u otra localidad". A veces, como las que tuvieron lugar en Orán en mayo de 2008, pueden paralizar una gran ciudad durante varios días.

A los disturbios callejeros se añaden las frecuentes huelgas convocadas por los sindicatos autónomos -los oficiales carecen de representatividad-, que no suelen lograr los aumentos salariales que reivindican. Si ya había malestar en tiempos de bonanza económica, ahora, con la caída del precio de los hidrocarburos, se acentuará. Chakib Khelil, el ministro de Energía, prevé que los ingresos petroleros disminuirán este año un 60%, de 58.260 millones de euros en 2008 a 23.000 millones. Los hidrocarburos representan el 98% de las exportaciones de Argelia y permiten costear sus importaciones, cuya factura se disparó hasta alcanzar los 30.666 millones de euros anuales.

Las primeras medidas contra la crisis, descritas como de "patriotismo económico", no auguran nada bueno. Además de restringir algunas importaciones, como las de medicamentos, desalientan la inversión foránea. Obligan, por ejemplo, a ceder gran parte del capital a los socios argelinos de una compañía extranjera, y dan ventaja a las empresas locales en las licitaciones públicas.

Para hacer frente a la crisis y cumplir sus generosas promesas electorales, Buteflika deberá echar mano de las cuantiosas reservas de oro y divisas. Pero si el trance persiste tendrá dificultades. "Será difícil que dé confianza y esperanza a una juventud harta y desesperada", vaticina El Watan, y que sueña con emigrar a Europa cuando no rompe escaparates y lanza piedras contra la policía.

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