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Columna
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Economía, arr

No sin deleite asisto a la reafirmación de doña Elena Salgado en la cosa económica. Esta santa mujer me ponía firmes sólo con mirarla, cuando era ministra de Sanidad. Casi lamenté haber dejado de fumar mucho antes de su llegada, lo que me impidió sacrificarme en su honor.

Por lo tanto, espero que, en ésta su nueva reencarnación, provoque en financieros, banqueros, empresarios codiciosos, y en todo tipo de explotadores y parásitos, el miedo que me habría dado a mí tropezármela en una hipotética esquina mientras me fumaba, ay, un teórico Camel sin filtro. A cuadrarlos, arr.

Y basta de mensajes alentadores por parte presidencial: que dejen suelta a la dama. Creo que se ha producido una conjunción de los astros entre nuestro presidente Zapatero y el presidente Obama de todos, como cuando Aznar y Bush Jr., allá en el Rancho Grande, se frotaron las espuelas hasta que brotaron chispas. Claro que lo de ahora es de muy otro calado. Si, en aquel lejano entonces, del roce saltó el Mal, hogaño es muy posible que, del abrazo de dos voluntades optimistas, a la par que buenas personas, haya surgido una especie de propensión blandorra a la mirada positiva. Es en trances como éste cuando necesitamos de la brutalidad de un Sir Winston Churchill advirtiéndonos que no esperemos del futuro inmediato más que "sangre, sudor y lágrimas".

Nuestra estoica vicepresidenta no debe hacer concesiones a la tendencia buenista del arriba gobernante. No. Por el contrario, cada vez que las intenciones se pongan lacias, habrá que recordar en voz alta el aumento del número de pisos embargados, con tantas familias a la intemperie; y el auge de oportunidades de adquirirlos a bajo precio mediante subastas, que eso, bueno no puede ser.

A ver si conseguimos situar firmemente los principios por delante de los deseos.

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