La filtración
Al oficio le gusta mucho el tópico. A la información la llaman filtración; y si les viene bien a lo que ellos hacen, a la información la llaman también investigación. Un periódico publicó que el mundo de la economía temblaba de estupefacción por el posible nombramiento de Elena Salgado, pero luego leías por dentro y veías que la información se había hecho para contentar al (fabricante del) titular. Con respecto a la filtración, se desgañitaron los editorialistas y los comentaristas, por tierra, mar y aire. Medios de este grupo se la habían jugado aviesamente a José Luis Rodríguez Zapatero por no sé qué venganzas subyacentes. El presidente estaba muy feliz con su foto de amistad con Barack Obama ("Llámame Barack", le había dicho, como en Moby Dick dijo Melville) y vinieron a chafarle el retrato con la filtración.
Claro, no era información: era filtración. Y dibujaron en torno al cerco de los ojos de Zapatero una rabia inmensa. Hasta que el presidente volvió, hizo la crisis, la anunció en La Moncloa y se sometió a las preguntas de los periodistas. En ese intercambio, el estadista español estuvo a la altura de la historia del oficio. Le preguntaron por la filtración y por si le habían chafado el tempo. El tempo es algo que uno inventa para otro. ¿Quién sabe cuál es el tempo de Zapatero, quién sabe cómo tenía distribuido su tempo? Pero eso le da igual a los editorialistas que inventan el titular antes de tener la información.
Así que los periodistas, llevados por el lugar común ya instalado, se dirigieron en La Moncloa al presidente. Eh, que le chafaron su tempo, le dijeron. Y Zapatero dijo desde el pedestal: "Lo que demuestra lo que ustedes llaman filtración es que en este país hay muy buenos periodistas".
Lo que pasa es que esa frase convenía poco a los que hicieron el dibujo; se les salía del marco, y ya casi no se ha dicho nada de lo que dijo ese al que se suponía indignado en Turquía porque le habían roto un secreto.
Luego se han puesto a hablar de otras cosas, como si no hubiera sido gravísimo, para ellos, que unos periodistas desaprensivos hubieran hecho lo que su oficio les manda.
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