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Zapatero adelantó la remodelación por la derrota socialista en Galicia

El presidente tenía previsto cambiar el Ejecutivo tras las elecciones europeas

"No se puede esperar más. No hay tiempo que perder, la crisis lo devora todo, y hay que salir al paso con energía". Esta frase pronunciada en el entorno del presidente del Gobierno surgió tras la derrota socialista en las elecciones gallegas del pasado 1 de marzo. Ese varapalo llevó al jefe del Ejecutivo a abandonar su plan de esperar a las elecciones europeas del próximo 7 de junio y, en caso de obtener un mal resultado, realizar un cambio de Gabinete y tomar impulso.

Zapatero vivió como un revés de gran dimensión la imposibilidad de que los socialistas pudieran formar Gobierno en Galicia, frustración paliada parcialmente por la satisfacción de que su partido pudiera gobernar en el País Vasco tras un ascenso espectacular de apoyos. No obstante, antes y después de las elecciones del 1 de marzo, la sensación de desgaste del equipo económico era evidente.

Las alarmas políticas se encendieron. Empezaba a cuajar la reiterada acusación de la oposición: "El gobierno no hace nada". No ayudaba a salvar esa situación la actitud excesivamente tranquila del vicepresidente Pedro Solbes. Lo que fue durante años una muestra de solvencia y seguridad, se tornó en señal de cansancio y del deseo de ceder el testigo.

Desde La Moncloa se percibía, sobre todo, que el exceso de ortodoxia de Solbes y su equipo ralentizaba la ejecución de las medidas económicas acordadas. Y también se consideraba que es posible imprimir una mayor celeridad a las obras públicas, y al empleo de los fondos habilitados en el Instituto Oficial de Crédito. El presidente concluyó que se puede aprovechar muy bien el impulso del nuevo Gobierno en este trimestre, sin esperar a los avatares electorales. Decidió efectuar rápidamente el relevo ministerial y celebrar la primera reunión del Consejo de Ministros antes de los días festivos de Semana Santa.

El impulso del G-20

Planeó el cambio para su regreso de las cumbres internacionales. Así, según él, podía vincular las decisiones del G-20 al impulso que quería dar a la política económica del Gobierno. Este fue uno de los argumentos que utilizó para explicar el cambio de Gobierno en su conferencia de prensa del pasado martes.

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Al escoger los perfiles que consideraba idóneos para reforzar el Gabinete, tuvo presente la frustración que le produce el impacto de la crisis pese a que España es uno de los cuatro países del mundo que más recursos públicos han destinado a reactivar la economía y que suponen más del 2% del PIB. Esas medidas no han llegado al tejido productivo ni a las familias. Y, además, la voracidad del paro se come esas iniciativas que aún no se ven.

Para agilizar las medidas y una rápida toma de decisiones pensó que lo mejor sería alguien con cualidades de gestor. Nadie mejor, a su juicio y al de Solbes, que la entonces ministra de Administraciones Públicas, Elena Salgado. La forma en la que había puesto en marcha la ejecución del Fondo Municipal de 8.000 millones para los ayuntamientos había satisfecho sobremanera al jefe del Ejecutivo. Además de contar con su confianza, Salgado goza del apoyo del influyente ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y del director del gabinete del presidente, José Enrique Serrano.

Con el mismo propósito de combatir la crisis y de "hacer política", Zapatero escogió a Manuel Chaves como ministro de Cooperación Territorial. Zapatero confía en que Chaves implique a las comunidades autónomas y a los ayuntamientos en las políticas contra la crisis.

Las del Gobierno central y de las autonomías no pueden esperar. Y menos, supeditarlas a que el PSOE pierda uno o dos eurodiputados en junio, señalan en fuentes gubernamentales.

Rodríguez Zapatero (derecha) y el presidente de la Xunta, Pérez Touriño, en agosto de 2008.
Rodríguez Zapatero (derecha) y el presidente de la Xunta, Pérez Touriño, en agosto de 2008.ANDRÉS FRAGA

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