"No me siento reparado ni satisfecho"
El 5 de abril de 1992, Alberto Fujimori disolvió el Parlamento, intervino el Poder Judicial y tomó el control de todas las instituciones claves del Estado con el propósito declarado de poner orden y mano dura en un país caótico. Horas después del llamado autogolpe, en la madrugada del 6 de abril, y sin que mediase orden judicial, Gustavo Gorriti -por entonces, corresponsal de EL PAÍS en Perú- fue apresado y conducido a una instalación militar. Él aseguró siempre que se trató de una revancha por sus investigaciones sobre Vladimiro Montesinos, el jefe de los servicios de inteligencia y mano derecha de Fujimori, que se remontaban a 1983, y que el entonces presidente conoció de su secuestro. Casi 17 años después, el tribunal le ha dado la razón y ha condenado a Fujimori por ese delito.
"No me siento ni reparado ni satisfecho", comentó ayer Gorriti a EL PAÍS. "A partir del 5 de abril se inició una lucha entre dictadura y democracia, y fue en 2000 que se logró la victoria; lo que pasó ayer fue simplemente el acto de hacer justicia".
Sobre el fallo, Gorriti comentó que "es una sentencia de enorme coherencia y solidez conceptual" y calificó la actuación del tribunal de "impecable". Sin embargo, no cree que éste sea el final del fujimorismo. "En el Perú, lamentablemente, los capítulos históricos no se cierran. El fujimorismo va a continuar actuando por un tiempo más en el país, porque hay un sector que añora la mano dura. Por fortuna, es minoritario".
Durante su encierro, que felizmente duró poco más de cuatro horas, Gorriti permaneció en un pequeño calabozo, donde lo interrogaron y le pidieron las claves de su ordenador. A instancias del embajador de España en Lima, fue trasladado a una dependencia policial, horas después liberado y pudo escribir una crónica de su cautiverio. "Debo un reconocimiento a EL PAÍS por el apoyo decidido y las gestiones urgentes que ayudaron definitivamente a que todo esto terminara en un final incruento", concluyó ayer el periodista.
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