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Doce miradas irónicas al otro

Ignacio Vidal-Folch publica el libro de relatos 'Noche sobre noche'

Se diría que acaba de salir del café Landtmann, en Viena, se pierde entre el tráfico del Schottenring y reaparece en Kenia, observando con mirada de antropólogo el comportamiento de una troupe publicitaria que rueda un anuncio de lencería con la tribu samburu. Cuando le volvemos a ver está en un claro de un espeso bosque de Bohemia siguiendo el rastro de un oso ciclista que recorre los caminos forestales de Europa y al que se le atribuyen muchos estropicios. De Berlín a Madrid, pasando por Tirana y Budapest.

Es Ignacio Vidal-Folch (Barcelona, 1956), y acaba de publicar Noche sobre noche (Destino), un libro que reúne 12 relatos sobre la dificultad de entenderse con el otro, desde la ironía sutil y una cierta complicidad maligna. "Releyéndolos", admite, "me he dado cuenta de que todos tratan de cómo nos cuesta relacionarnos con el que es diferente de nosotros. He visto a un mendigo de rodillas, tendiendo la mano; pasó una jovencita turista, se detuvo ante él y le echó... una foto, y luego corrió a darle la mano a su novio. Al que sin duda ama tiernamente. Esta clase de imágenes dan qué pensar".

El título, explica, alude a la espesura del tiempo: cuantas más capas hay, más profundo es el abismo, y más interesante. "Proust señala al final de su Recherche que quería retratar a los hombres como gigantes, pues aunque ocupan poco lugar en el espacio, ocupan mucho en el tiempo, gracias a que están en tantos años y tantas décadas. Noche es también sinónimo de cuento, desde Sherezade. En la noche es cuando los enfermos se duelen más de sus enfermedades, cuando los ladrones se frotan las manos y cuando se perfilan los ensueños que dan pie a los cuentos y a las novelas".

Algunos de los cuentos están basados en hechos reales, como el que se titula Cantelecorn, que recoge el episodio sucedido en una república caucásica tras la caída del comunismo donde se decidió que lo mejor sería reinstaurar la monarquía, ofrecer el trono al último descendiente de la estirpe que había reinado hasta el siglo XIX. "El heredero era un parisiense que no tenía ni idea de descender de tan alta alcurnia", explica Vidal-Folch.

Pretende, en la medida de sus posibilidades, "ser sincero y decir la verdad sobre las relaciones humanas, sobre el verdadero peso de la cultura, sobre cómo funciona el mundo". Y reclama la ficción como la mejor herramienta para este propósito. "Pero incluso en ficción, hacer esto, intentarlo por lo menos, es cometer una violencia, una violencia verbal o literaria, pues se pone uno en contra de tantas ideas confortables, razonamientos sentimentales, el imaginario maniqueo y celestial de nosotros mismos".

Para dejarlo claro desde el principio, el libro se abre con un cuento titulado Prognosis, un ejercicio de arqueología del futuro sobre las costumbres funerarias en el porvenir, inspirado en las exposiciones Bodies, la identificación de los cadáveres del avión Yak y el debate sobre las fosas comunes. "Es curioso que aunque tanto ateos como creyentes están convencidos de que el cuerpo no es más que la carcasa del ser querido, que allí, en el ataúd, en realidad no hay nadie, los rituales de duelo son irrenunciables".

Ignacio Vidal-Folch, la semana pasada en Barcelona.
Ignacio Vidal-Folch, la semana pasada en Barcelona.C ARMEN SECANELLA
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