Los viejos tiempos del cante
Una pérdida irreparable, pues era sin duda el cantaor que conservaba en su mayor pureza la hondura y el duende de los viejos tiempos del cante: Chano Lobato. Ahora el cante es ya otra cosa bien distinta.
No tenía, sin embargo, grandes timbres de nobleza cantaora en sus antecedentes familiares. Algunos creyeron que era gitano, pero no lo era. Pero nació en el mítico barrio gaditano de Santa María, y allí convivió desde niño con toda la gitanería flamenca. Ni siquiera le quedaba una noción muy clara de su primer contacto con el arte flamenco. Bailaba desde chiquillo, con cinco o seis añitos, le decían el cohete, porque bailaba muy nervioso.
Por entonces también formaba una especie de compañía con los otros flamencos del barrio, con la que iba a cantar y bailar por lo que quisieran darles. Después, ya algo mayor, se iba a las ventas, donde escuchó a los más grandes cantaores de aquel tiempo, entre quienes era el patriarca Aurelio Sellés.
No tardó en pasar del baile al cante, convirtiéndose rápidamente en el mejor cantaor de acompañamiento del siglo XX, quizá de la historia. Los grandes bailaores se lo disputaban, buena muestra de ello es que con Antonio estuvo nada menos que 16 años. Después ya pasó a ser cantaor exclusivamente, alcanzando también notables triunfos; se manifestó como cantaor largo, que lo cantaba prácticamente todo, y todo muy bien.
Fernando Quiñones escribió de él: "Sabe Chano llevar un recio sabor flamenco, compás magistral y jonda vibración emotiva a estos cantes de atrás, así como a las cantiñas gaditanas, traduciendo asimismo a bulería, con evidente habilidad y sabor flamenco, asuntos y melodías de las más disímiles procedencias".
Descanse en paz el querido amigo.
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