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Análisis:Cosa de dos
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Llámame Barack

Cuando la eternidad se mueve la llaman tiempo, decía Platón. Y cuando se mueve en forma de noticias se llama trapo de limpiar. No sé qué harán ahora los que dijeron que Zapatero lo tenía feo con Obama después de lo de Kosovo. Usarán el trapo de limpiar, y a otra cosa. Así es la actualidad, borra lo que se dijo. Donde dije Diego, y a otra cosa.

Ya están ahí las imágenes, de eso se trataba. Y las palabras. Barack dijo estar encantado de llamar amigo a José Luis. Así que ahí está el titular: "Llámame Barack". No es una cosa cualquiera: amigo. Obama dijo en el mismo escenario, Praga, una ciudad en la que hilvanaron palabras Franz Kafka y Milan Kundera, que "las palabras deben significar algo". Lo dijo hablando de un enemigo, por cierto, Corea del Norte, pero sirve para los amigos. Aquí Barack, aquí un amigo.

Donde estaban Aznar y Bush tenemos ahora a Barack y José Luis. A este país le venía bien que se rompiera esa incertidumbre verdaderamente kafkiana: ¿lo serán, no lo serán? No había incertidumbre, se sabía el desenlace, pero los que lanzaban la duda lo hacían para enredar.

Desenredada la (falsa) madeja, la eternidad se mueve un poco hacia atrás y ve las imágenes de la nueva amistad. Los dos nuevos amigos comparten fecha de nacimiento, aficiones (el footing, el basket; suerte tiene Zapatero, que no sabe inglés: las dos aficiones se entienden en los dos idiomas), y mueven las manos como si estuvieran jugando al baloncesto: Obama juega al rebote, Zapatero bloca para encestar. En la vida real no será así, pero los dos usan las manos como si estuvieran jugando. Zapatero tiene un hueco entre las manos, Obama controla el suelo, y el balón. Fíjense.

Y una imagen triste, y doméstica: la que rescataron los reporteros de Cuatro en torno al juicio sobre el Yak-42. La infame mentira del Yak-42 es un reportaje que estremece y ofrece un hueco negro del que sobresale el cinismo de los que se apresuraron a taparlo y no han ido siquiera a declarar.

La eternidad se mueve, pero la vergüenza de esa infamia sobresale del hueco en el que se metieron los responsables de la mentira.

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