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Columna
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Doctrina para inmigrantes

Jesús Ruiz Mantilla

En la ahora acojonada Europa de la abundancia vamos haciendo méritos para resolver de las formas más peregrinas posibles el asunto de la inmigración. Los italianos del siniestro bufón Berlusconi, el político macho con poder más peligroso del continente -del otro género se me ocurre otro ejemplo más cercano-, se llevan la palma. Le entran a uno escalofríos cuando lee que en aquella tierra, la misma que alumbró el Renacimiento, la que vio nacer a Miguel Ángel y a Giuseppe Verdi, han encontrado una solución para que no se produzcan altercados en el transporte público: autobuses para negros y autobuses para blancos.

Esta alucinante regresión hacia las tinieblas del apartheid instaurada en Foggia (Puglia) todavía no ha llegado a España. Ni siquiera a este Madrid que se enroca ajeno a los nuevos tiempos en la paranoia neocon con delirantes variaciones a lo cheli. Pero todo se andará. Al fin y al cabo, éste es uno de los destacados bastiones de la política retrógrada en el mundo entre las democracias avanzadas. Aquí anda la cosa muy animada con métodos vistos en pocos lugares sencillamente porque traspasan la lógica del atrevimiento.

El ansia por liderar rebaños que muestra sistemáticamente el aguirrismo es insaciable
No les faltan medios del Gobierno regional para adoctrinar en colegios y asociaciones de todo tipo

Da igual. El aguirrismo ha creado tendencia. Eso no lo puede negar nadie. Ha roto barreras en todos los ámbitos. Es un estilo, una marca que no debe ser despreciada. Sus métodos varían desde la corrupción campante en todas las esferas de la vida pública a la obsesión por la seguridad con espías de andar por casa que vigilan a los propios. Desde la lucha encarnizada para llevarse por delante a quien sea -véase alcaldes de la misma cuerda o presidentes de cajas de ahorros- a una peligrosa alianza con la mano de Dios para que no deje de dar continuamente la brasa al ciudadano.

Nadie escapa a las andanadas de los integristas. Ni a las persecuciones sistemáticas de todos aquellos que se desvían de la doctrina nacional católica en hospitales, colegios, medios de comunicación dignos de Goebbels y demás ámbitos donde deberían primar otros parámetros diferentes al misal, el catecismo y las burdas manipulaciones de la ciencia avanzada o la verdad histórica.

Los fervorosos catolicones no saben estarse quietos en la Iglesia, sin meterse allí con nadie. No estorbarían al personal si sencillamente se limitaran a defender lo suyo bien recogidos, rezando el rosario o clamando contra Darwin y el origen de las especies, como prefieran. Allá ellos mientras no salgan de su ámbito privado. Lo malo es cuando traspasan la frontera y tratan de evangelizar a toda costa con dinero público. Entonces los pacientes ateos, los estoicos defensores del agnosticismo y los ilusionados promotores de una sociedad laica, tenemos que aguantarles por toda la ciudad. La calle es suya. Y las subvenciones, también...

No les faltan medios del Gobierno regional para adoctrinar en colegios y asociaciones de todo tipo, incluidas las de acogida de extranjeros. Ayer sabíamos por este periódico que 10 de los 17 centros de integración para inmigrantes que hay en la comunidad están dominados por organizaciones ultracatólicas cercanas al PP.

El ansia por liderar rebaños que muestra sistemáticamente el aguirrismo es insaciable. Si de ella dependiera, la sociedad civil, en vez de tejerse en un variado mosaico de todos los colores, se limitaba a una procesión de beatones escapulario en mano. En ella también habría hueco para una sección especial de maromillos tipo consejero Güemes [Juan José Güemes, consejero de Sanidad] con los que alegrar la vista entre tanta sotana casposa. Además destacaría un coro que cantara sin descanso las bondades del Papa este que propone una depuración de la raza prohibiendo el condón en lugares donde su uso es cuestión de vida o muerte.

Estamos buenos. Aunque por otra parte, este mejunje descarado que se traen entre los peperos madrileños y fundamentalistas del pelo Legionarios de Cristo y kikos unidos parece una estrategia marcada. Se puede ver como una manera práctica y fulminante de repatriar almas a sus lugares de origen. A ver quién es el listo que soporta una sesión antiabortista en esos centros o una misa con cancioncillas patéticas entonadas a lo María Ostiz. Por muchas limitaciones que sufran en sus países, prefieren irse. Normal. Yo también estoy a punto de pirarme a la Conchinchina. Esto no hay Dios que lo aguante.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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