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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

En memoria de Mariano Rubio

Estos últimos días, con ocasión de la dimisión del ministro de Justicia, Fernández Bermejo, y, sobre todo, de la destitución del presidente de la Caja de Castilla La Mancha, Hernández Moltó, ha vuelto a hablarse en prensa, radio y televisión de Mariano Rubio, ex gobernador del Banco de España.

Los que escribimos estas líneas, amigos suyos desde los años cincuenta, queremos ahora recordarle y reivindicar su memoria. Fue, en su momento, estudiante antifranquista, miembro de la Agrupación Socialista Universitaria, detenido y maltratado por la Brigada Político-Social, exiliado en Francia, un demócrata desde siempre. Pero quizá lo que ahora interese es que fue un excelente gobernador del Banco de España, hizo frente con acierto a una crisis financiera y fue uno de los principales artífices, junto con Luis Ángel Rojo, de la regulación y supervisión financieras en nuestro país de que tanto se ufanan estos días nuestros gobernantes.

Desgraciadamente, los ciudadanos le recuerdan por otros lamentables hechos, amplificados por los medios de comunicación, que llevaron a Felipe González a exigir su dimisión, acabaron con él en la cárcel a petición del fiscal Bermejo, en una actuación más que discutible, y llegó a comparársele nada menos que con... Roldán. En realidad, no hubo tráfico de influencias, ni prevaricación, ni delito fiscal, como bien se cuidaron de demostrar los tribunales. Sí hubo una evasión de impuestos en cuantía calificada sólo de falta y alguna amistad que le perjudicó.

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Pero Mariano Rubio, con todos sus errores, no mereció en modo alguno el trato que se le dispensó en aquella bochornosa sesión en el Congreso en la que se ensañó el señor Hernández Moltó, diputado a la sazón, y de quien hablan hoy todos y no precisamente en sentido encomiástico.

Un caso en el que se condenó a una persona competente y digna, que se encontraba en ese momento física y psíquicamente derrumbada. Y todo ello sin que, salvo la falta fiscal, se acabara demostrando ninguno de los cargos que se le imputaron.

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