_
_
_
_
GUERRA A LAS INFRAVIVIENDAS

El principio del fin del Cañaveral

Comunidad y Ayuntamiento dan por desmantelado el asentamiento aunque aún se mantendrán en pie varias chabolas hasta que se ordene su demolición

Al patriarca, tocado con amplio sombrero negro partido en dos por una cinta, le faltan los dientes. Pero eso no impide que se parta de risa, solo, en una de las calles llenas de lodo del oficialmente enterrado, pero aún bastante vivo, poblado de El Cañaveral, en el distrito de Vicálvaro. Ha venido gente importante con algo que contar: "Adiós a las chabolas después de 21 años", dicen Pilar Martínez, concejal de Urbanismo, y la consejera de Medio Ambiente de la Comunidad, Ana Isabel Mariño. Junto a ellas, unos paneles explicativos con personas felices fotografiadas en relieve mostrando las llaves de su nuevo piso. A través de un plan para erradicar el chabolismo en la región suscrito el pasado mes de octubre entre ambas instituciones, 157 de las 218 familias que vivían allí han sido ya realojadas.

No todos los inquilinos se han mudado todavía a los nuevos pisos
Las familias han recibido clases de higiene y convivencia
Más información
Chalets con vistas a las chabolas

Pero cerca de 60 familias han sido directamente expulsadas y una decena de construcciones se mantendrán, con sus moradores en el interior, erguidas entre los escombros y los reflejos de los cristales rotos. Aguardan la demolición -con los restos de bañeras, lavabos y retretes a la venta apoyados en la pared- que el Ayuntamiento estima que sucederá en dos meses, cuando se haga efectivo "el mandato judicial". No cumplían los requisitos mínimos para que se acepte el realojo.

La Jungla, como también se conoce a la profileración de chamizos, aún vive y "aguantarán lo que puedan, varios meses, dando guerra", sostiene un veterano agente que lleva años controlando la zona. Un lugar ocupado por españoles y portugueses dedicados a la chatarra, en su mayoría, "pero con algún elemento de cuidado", según los policías.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Al Consistorio le tocaban 110 familias, las de las casitas originales. A la Comunidad, las 118 de las chabolas que se han ido diseminando entre autopistas y rotondas. Las del Ayuntamiento son las de una sola planta y cuyos moradores pagaban un alquiler que la Empresa Municipal del Suelo y la Vivienda no quiere precisar, aunque oscilaba entre los tres y cinco euros. Tampoco lo que pagarán en sus nuevas casas, "porque depende de cada uno", aunque oscila entre 60 y 200 euros. Éstas se construyeron en 1988 cuando se desmanteló el "barrio de tipología especial" de Los Focos.Setenta y ocho de estas familias ya se han apuntado al cambio, aunque no todos se han mudado. Sólo algunos viven ya en sus nuevos pisos, que están en distritos cercanos, como Moratalaz o Vallecas. Al resto, "en breve se les encontrará una solución", según los portavoces municipales, que aseguran que "cada caso lleva su proceso y depende de sus pagos y otros papeles". Algunos de los que ocupan las pequeñas viviendas de La Jungla no tienen los contratos de alquiler que muestran su relación con el Ayuntamiento.

El poblado ocupa una superficie de 26.000 metros cuadrados y en él está proyectado que se construyan viviendas del desarrollo bautizado como Los Ahijones. En total, 15.000 casas, de las que está previsto que la mitad sean de protección oficial.

El supuesto adiós anunciado al Cañaveral tiene su explicación: la Comunidad culminó ayer los realojos que le correspondían. Tenía que encargarse de las 118 chabolas que les correspondían. Muchas de ellas, construidas por los hijos de los inquilinos originales. Un total de 102 dueños de estas chozas pidieron "el piso", aunque sólo 79 cumplían los requisitos exigidos. Así que todavía se mantienen 39 infraviviendas. Pero éstas vuelven a ser un asunto de los servicios sociales municipales, que no terminan de aclarar qué es lo que pretenden hacer con ellas, aunque precisan: "No se les dejará tirados".

Ayer tuvieron oportunidad de hablar en persona con algunos de los inquilinos. Frente a una vieja fábrica abandonada, en el recodo de una rotonda, más allá de una indicación viaria oficial que señala "el poblado de El Cañaveral", se amontonan los vehículos de lujo. Políticos municipales en coches tintados ante los que los policías municipales que siempre vigilan la zona, atentos a posibles nuevos chabolistas, rezongan molestos: "¡No somos aparcacoches!". Periodistas, cámaras, micrófonos afanosos que se cuelan entre los escombros y las chabolas en pie para arrancar testimonios: "Vivíamos entre las ratas, ahora tendremos una casa como todo el mundo", cuenta una mujer embarazada desde el modesto umbral de su casita.

Un argumento que salta de cortina en cortina y recoge Rafa, un hombre de mediana edad: "Esto es sucio, no es manera de criar a las criaturas", dice mientras una de esas criaturas, una niña muy pequeña, se apoya contra la pared. En total, los realojados son 292, de los que 134 son niños. Después, Rafa pregunta con cierta candidez si sus reflexiones van a aparecer en el programa Callejeros, de Cuatro.

Todos los pobladores del asentamiento que han aceptado la idea de irse a otro piso "blanco, nuevo, pintado", como se ufana Ángel, uno de los beneficiarios, han debido recibir un cursillo de convivencia. Las clases duran varios días y el programa insiste en capítulos como higiene, ruido y normas de convivencia. Un curso que ha debido de ser eficaz, puesto que Ana Isabel Mariño, la consejera, comentó que de todas las personas realojadas por la Comunidad, el 96% se habían adaptado bien.

El proyecto, que comenzó con los primeros derribos a finales de noviembre de 2008, supone un coste a las dos administraciones de 17,3 millones de euros. La Comunidad, una vez considerado que su trabajo ya ha concluido en El Cañaveral, acometerá el siguiente poblado en la lista: Santa Catalina, un asentamiento de 171 chabolas que se esconde en un confín de Puente de Vallecas, detrás de las cocheras de la Empresa Municipal de Transportes.

Más tarde será el turno de Las Mimbreras, en el distrito de Latina, que cuenta con 121 familias y tiene precedentes muy cercanos de enfrentamientos con la policía por intentos de desalojo, y El Ventorro, en Villaverde, con 89 infraviviendas.

Un grupo de chabolistas de El Cañaveral recoge sus cosas mientras las máquinas, al fondo, van tirando otras infraviviendas.
Un grupo de chabolistas de El Cañaveral recoge sus cosas mientras las máquinas, al fondo, van tirando otras infraviviendas.ULY MARTÍN

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_