El 'cariño' de Del Bosque
El técnico simboliza la armonía de un equipo medido por su estética más que por sus resultados
El imponente y balsámico hotel que aloja a la campeona de Europa, frente a la majestuosa vista del Bósforo, retrata el estado de ánimo de un equipo que convive como nunca. A España le define la normalización del trono. No es convencional, en un mundo de ególatras, pero lo ha metabolizado como nadie. No hay disidencias. En la selección reina la armonía. Es un grupo absolutamente cohesionado, sin apegos por las portadas, rosas o en blanco y negro. Casi sin querer, lo corroboró Casillas: "Grecia ganó una Eurocopa y muchos de sus jugadores emigraron. Nosotros somos campeones y salvo Dani [Güiza, en el Fenerbahçe]... Los de fuera se manejan muy bien. A los nacionales nos cuesta más vendernos". El capitán se refería al caso Mata: "Te da tristeza que los chicos de tu casa [el Madrid] tengan que irse fuera".
"Tenemos un amplio margen antes de que la gente desconfíe de nosotros"
Ni eso altera la convivencia de un equipo que no sólo defiende su podio, 30 partidos sin perder y diez triunfos seguidos. España es otra cosa. Ha puesto el listón tan alto que ha sido capaz de prender un debate por encima de los no convocados o el marcador. En torno a la selección se discute de cosmética. ¿Se jugó menos bien ante Turquía en Chamartín? Bendito debate. Sólo España, aquella Brasil de siempre, puede permitírselo. Del Bosque, que no se atribuye méritos, sino que es decisivo en la corriente, lo tiene claro: "Hoy [por ayer] he visto el vídeo del partido y tengo mis dudas sobre la primera sensación: ni tan bueno ni tan malo; los turcos son futbolistas-futbolistas y en el segundo tiempo estuvimos bien".
El seleccionador sabe que tiene que sostener el aura de España, un equipo tan pintón que ya no sólo le vale ganar. Hoy, la selección se ha olvidado de que, recientemente, hubo repescas ante Eslovaquia y Noruega para llegar a las grandes pasarelas y la clasificación para Suráfrica 2010 está a un milímetro a falta de medio calendario. Lo que está en el parlamento es el estilo: que si el juego largo de Xabi Alonso, que si la trenza corta... "En el Bernabéu, en el primer tiempo, maniobramos demasiado en corto; luego, Mata y Silva nos abrieron el campo", afirmó ayer Del Bosque. Él sabe que este equipo tiene varios registros y piensa en todos los crucigramas posibles. El paisaje lo propicia. Frente a los turcos no sólo tiene "un margen de error", por la diferencia de puntos respecto a Bosnia y Turquía, "sino que la gente y la prensa" ha cogido afecto a la selección: "Todos son demasiado cariñosos con nosotros y tenemos un amplio margen antes de que desconfíen".
Mientras tanto, el seleccionador piensa en retocar las tres líneas "no por causas de rendimiento, sino por ver otras cosas". Riera, extremo profundo del Liverpool, en el que se ha curtido con Rafa Benítez, y Silva reemplazarán a Cazorla y Villa. A Del Bosque no sólo le importan los puntos. Busca algo más: que España mantenga su sello hedonista. Lo anhela él y lo favorece el vestuario.
En Estambul, ante un adversario fiado a un viejo estadio para que unos 25.000 espectadores carguen sus tambores, tendrá una prueba de fuego. A España no le agobia la clasificación. Para Turquía es vital. Pero su enemigo quiere engordar su leyenda y no acortar el "margen de cariño". Bien lo sabe Del Bosque, eslabón comprensivo con una herencia, la de Luis, que no ha patrimonializado. Él lo sabe. Luis... no se sabe.
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