Lazos blancos
Spain is different, rezaba el eslogan publicitario, pero dudo que los responsables de la campaña publicitaria fueran conscientes de hasta qué amargo punto habían dado en el clavo.
Bien, soy un ciudadano español, ateo para más señas. Me esfuerzo en tratar de respetar a una jerarquía eclesiástica que por otro lado no me paga con el mismo respeto. Me estrujo los sesos tratando de descifrar los motivos detrás de toda esta seudocampaña pro vida con tufillo a neocon.
Como homosexual, soporto a una Iglesia que con una mano piadosa asegura no defender otra cosa que la vida humana, con otra se opone a despenalizar la homosexualidad mientras en países como Irán se arrebatan vidas inocentes por ello. Lo cual me induce a pensar que de haber nacido en Irán mi vida no valdría un céntimo para esta amorosa Iglesia que tanto habla de piedad y de caridad.
Pero, francamente, empiezo a hartarme. Desayuno con la noticia de que la Conferencia Episcopal no ha tenido mejor idea que la de hacer campaña antiabortista en un nuevo frente: el cacareado lazo blanco durante la Semana Santa.
Y es que la Iglesia se apropia hasta de las fiestas, que son de todos.
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