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Reportaje:

A clase en el 'oinezbusa'

Escolares de Vizcaya acuden al colegio a pie en grupo para fomentar el ejercicio

Quince niños, alguno con chaleco reflectante, acuden a pie a la escuela de Lemoa vigilados por una monitora. Su paso es firme. Suena el traqueteo que el rodaje de los carritos cargados de libros produce sobre la acera. Es el oinezbusa (autobús a pie), una alternativa al transporte convencional ofrecida por los ayuntamientos de esta localidad y de Areatza. En ambos pueblos del vizcaíno valle de Arratia, unos sesenta críos de entre 2 y 12 años llega cada día a clase con estos grupos. La iniciativa, que seduce por igual a escolares, profesores y padres, está inspirada en el movimiento británico contra el sedentarismo walking school bus.

En Lemoa, el programa comenzó en septiembre de 2007 con monitores contratados por el Ayuntamiento, y a finales de 2008 obtuvo el Premio en Educación por la Sostenibilidad de la red Udalsarea 21. En Areatza, una treintena de escolares -en el colegio estudia un centenar- van juntos a clase desde principios de curso, aunque guiados por padres y madres voluntarios.

El plan permite luchar contra el sedentarismo y la contaminación

En realidad, la experiencia no ha reducido drásticamente el uso del transporte privado. Tampoco ha hecho caer los registros de contaminación atmosférica en ambas localidades, que juntas apenas suman 4.000 habitantes. Pero su impacto se ha hecho visible en la descongestión del tráfico en los accesos a los colegios y ha mejorado la concienciación y la capacidad de los niños para afrontar cada mañana sus estudios.

El oinezbusa funciona únicamente en los trayectos de ida, porque el horario de salida por la tarde es desigual, debido a las actividades extraescolares. Cada mañana, los menores se unen a sus compañeros en varios puntos del recorrido conocidos como paradas. Cruzan a diario los mismos pasos de cebra y aguardan la luz verde de los mismos semáforos. Por eso sorprende que disfruten con la caminata.

Sara, de 10 años, y sus "íntimas amigas" Itsasne y Saioa, de 11, marchan contentas al Colegio J. B. Eguzkiza Meabe de Lemoa, donde estudian unos 200 niños de esta localidad. La crudeza de este invierno no les ha hecho añorar la comodidad del coche. Si se les pregunta cómo se las han apañado en los días de lluvia, zanjan el tema con convicción: han abierto el paraguas. Su respuesta resulta también igual de rápida respecto al frío: "Nos ponemos guantes y bufanda".

Sara rechaza el transporte convencional. "Yo antes iba a clase en autobús, pero estar sentada todo el rato era muy aburrido. Ahora voy andando con mis amigas y me lo paso muy bien". A Asier, de 11 años, tampoco le importa que el camino a clase se haga "un poquito más largo" si lo hace junto a otros niños.

Pero prescindir de los motores tiene también otras ventajas. El hecho de iniciar la jornada con varios minutos de ejercicio diario es saludable y acaba por despertar a los más remolones. "Es lógico que, al venir andando, los niños se encuentren más espabilados", dice Jon Albizbeaskoetxea, director del colegio de Lemoa. La técnico municipal de Medio Ambiente, Iraide Aldekoa, añade a esta circunstancia la oportunidad que brinda el paseo para que los niños charlen libremente. Una vez en sus pupitres, indica, no sienten ya el impulso de saludarse y pueden volcar su atención en la clase.

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