EE UU inyecta 850.000 millones adicionales para rescatar la economía
El banco central mantiene los tipos al 0% y comprará 300.000 millones en bonos
Los tipos al 0% y la máquina de fabricar billetes echando humo. Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal (Fed), señaló el pasado domingo que empieza a verse un rayo de luz en el largo túnel de la recesión. Pero tal vez sea otro tren que viene de cara: el banco central estadounidense aseguró ayer que la crisis se hace cada vez más profunda y en una nueva maniobra dramática anunció una inyección adicional de 1,15 billones de dólares (en torno a 850.000 millones de euros, una cifra que se acerca al PIB de España), con los que Bernanke persigue abaratar las hipotecas, el crédito al consumo y a las empresas durante un periodo de tiempo lo suficientemente largo como para que la maltrecha economía norteamericana se recupere.
La Bolsa pasó de números rojos a subir cerca del 3% en pocos minutos
La medida inunda de dólares el sistema y combate la deflación
Los tipos de interés quedaron intactos, entre el 0% y el 0,25%, y se espera que sigan ahí el resto del año aprovechando que la inflación sigue sin plantear problemas. Hasta ahí, todo conforme a lo que mandaba la partitura. Pero frente a la timidez del Banco Central Europeo (BCE) -que mantiene los tipos en el 1,5%-, Estados Unidos dispara ya con toda la artillería. Desde hace meses no sólo ofrece barra libre de liquidez a la banca, sino que compra papel comercial a las empresas, y a partir de ahora amplía aún más el arsenal: empieza a usar la máquina de hacer dinero con la compra de bonos del Tesoro. Algo que puede hacer el banco central japonés y que en Europa sólo podría usar el Banco de Inglaterra. El BCE ni siquiera se lo plantea todavía.
El objetivo es sencillo. "Lo que realmente importa es que los bajos tipos de interés oficiales se trasladen al sector privado", explicó Jan Hatzius, de Goldman Sachs, quien explicó que la nueva política monetaria de la Fed "es mucho más agresiva de lo que se esperaba".
Bernanke dijo hace unos días que empezaba a ver los primeros "brotes verdes" y explicó que la recuperación podría llegar a final de año si se estabiliza el sistema financiero. Pero ayer dejó claro que ese horizonte optimista no puede alcanzarse con la política monetaria tradicional, manteniendo los tipos rondando la zona cero. Sin margen de maniobra para actuar por la vía ortodoxa, el sucesor de Alan Greenspan se adentra ahora en territorio desconocido: el banquero central estadounidense ve necesario adoptar otras medidas más heterodoxas para reactivar la actividad económica y escapar de una recesión que dura ya 18 meses.
Pese a los augurios de Bernanke, la Fed no se atreve a ofrecer aún una mejora en las condiciones económicas. Sigue hablando de contracción, de pérdida de empleo (el paro está ya al 8,1%) y de una caída en la riqueza de los hogares. Al igual que en Europa, los problemas de acceso al crédito provocan que las empresas inviertan menos. Y a eso se le suma la caída del comercio exterior.
Para hacer frente a esta situación de gran complejidad, Bernanke optó ayer por dar más potencia a la máquina de fabricar billetes y utilizar todos los instrumentos que tiene a su disposición para inyectar crédito barato en los sectores más afectados por la crisis, como la automoción. Para empezar, amplió sus reservas con 750.000 millones de dólares adicionales, que utilizará para comprar activos de mala calidad vinculados a hipotecas. De esta manera eleva el total disponible a 1,25 billones y sigue aumentando el balance del banco central estadounidense. Las inyecciones desde el inicio de la crisis ascienden ya a unos tres billones de dólares.
Pero la gran sorpresa fue una segunda medida más novedosa: adquirir durante los próximos seis meses hasta 300.000 millones de dólares en bonos del Tesoro a plazos que van de los dos a los 10 años. "Es un movimiento dramático, para rebajar los tipos de interés que pagan los consumidores", resumió James Caron, jefe de investigación global de tipos de interés de Morgan Stanley en Nueva York.
Nadie esperaba que una medida de ese calibre llegara tan pronto. Pero la economía estadounidense atraviesa ya la peor crisis de crédito desde la Gran Depresión, y los bancos centrales empiezan a adoptar las medidas drásticas que piden economistas como el Nobel Paul Krugman. Conocida entre los expertos como "expansión cuantitativa", la compra deuda pública supone inundar de dólares el sistema y combatir así la deflación, para tratar de estimular una economía anémica. La correa de transmisión es automática: no sólo se inyecta dinero nuevo en el sistema, sino que al comprar bonos se rebaja su rentabilidad y eso hace menos atractiva la inversión en deuda pública o depósitos bancarios. A la larga, con el aluvión de medidas aprobadas por EE UU se reducen los intereses de los créditos hipotecarios, de consumo y de las empresas. Y se incentiva la inversión en Bolsa.
La reacción de los mercados respondió a esas premisas de forma tan inmediata como rotunda: combinó una caída a plomo de la rentabilidad de los bonos del Tesoro de EE UU -que de paso rebaja la enorme factura de la deuda de la Administración de Obama- y un fuerte arreón de la Bolsa, que pasó de los números rojos a subir cerca del 3% en pocos minutos. Al final de la jornada las subidas se moderaron, y Nueva York cerró con un alza del 1,2%.
El dólar se desplomó: el euro, que rondó el listón de los 1,30 dólares durante toda la jornada, se encaramó tras el anuncio hasta los 1,35 dólares por unidad. Es la consecuencia lógica de empezar a usar la máquina de los billetes.
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