Aparicio se cruza con las musas

Los artistas no tienen argumentos. En todo caso les soplan las musas, si no las pillan de vacaciones o en el paro, que todo es posible. Julio Aparicio las encontró ayer en Valencia en pleno curro. Y la inspiración se hizo torero. Fue en el cuarto, toro un punto más alto que el resto, y con las fuerzas en mejor estado. Brindó Aparicio ese toro a El Soro, icono valenciano de Fallas que ya son historia. Un suave comienzo. Muletazos de caricia. Muy torero. Y el remate de un muletazo del desprecio con la mano izquierda muy baja. Sin ser una sinfonía completa, la faena fue un continuo fogonazo de arte. Destellos y chispazos. Luces, color y magia. Se dejó llevar Aparicio por la inspiración. Sentimiento. El cuerpo acompañaba cada muletazo. Todo con mucho sabor y aroma. Capaz de romper los esquemas de torero artista, se hincó de rodillas dándole la espalda al toro. Genio.

Antes le habían devuelto el primero y con el sobrero ya hizo bastante con mantener en pie tan tullido animal.

La corrida fue algo a contraestilo de Talavante, necesitado de toro de mayor movilidad. Cumplió con suficiencia en el segundo y aguantó los parones del quinto. Lo mismo le pasó a Daniel Luque, que apuntó detalles de torero caro. Muy asentado en el tercero, aunque acabó faltándole toro. Y estrellado con el sexto, muy gastado en varas, que también terminó parado. La corrida de La Palmosilla, una pena. Tan buen fondo y tan inválida.