Teatros y cines en retirada
Valencia ha perdido en las últimas décadas numerosos espacios culturales
El incendio del teatro Princesa de Valencia, a finales de febrero, no sólo arrasó un viejo edificio cerrado a finales de los ochenta y en mal estado, uno de tantos que afean el centro histórico. Las llamas destruyeron también la posibilidad de que su patio de butacas se llenara de nuevo de espectadores, o de que el inmueble se reabriera al menos como centro sociocultural sin borrar del todo la memoria del teatro que albergó tantos años con éxito. El Ayuntamiento no muestra ninguna prisa por sustituir los restos carbonizados por el equipamiento público que aprobó en 2004 para la parcela y que ha vuelto a exigir el concejal socialista Juan Soto sin éxito. El PP alega que la expropiación es cara y que negocia una compra. Como desde hace años.
Bingos, discotecas, gimnasios y comercios ocupan viejos cines
El Princesa forma parte de una larga lista de espacios culturales que han echado el cierre en las últimas décadas en Valencia. Teatros, y especialmente cines, han sido víctimas de las crisis, de incendios y de las expectativas de negocios más lucrativos. Su desaparición, en algunos casos, ha estado acompañada de intentos de preservar la actividad cultural, pero han sido insuficientes. La iniciativa pública ha sido escasa, y sólo en contadas ocasiones ha logrado reflotar un espacio escénico abocado a la clausura. En el caso del Ayuntamiento de Valencia, la excepción a esa regla es el teatro El Musical en El Cabanyal, que se rehabilitó y reabrió en 2004.
Peor suerte corrió el Valencia Cinema que, junto al Princesa, en el mismo entorno, convirtió en su etapa dorada el centro histórico en epicentro del espectáculo. Desapareció hace varios lustros con la excusa de una reforma que no se hizo después de que en los setenta y ochenta pisaran su escenario el teatro independiente y los cantautores más afamados del momento. Más recientemente, han echado la persiana el Espai Moma, por decisión de su director, Carles Alfaro, para centrarse en otros proyectos, y la Sala Palmireno, el aula de teatro de la Universitat de València. La difícil supervivencia del teatro alternativo -al margen del circuito oficial de la Generalitat- que tomó el relevo en el casco viejo la encarna hoy la sala Carme Teatre, en la calle Gutenberg, que acaba de alegar contra el plan urbanístico del entorno. El expediente no prevé el realojo del teatro, con casi tres lustros de actividad.
Casi interminable es la relación de bajas en el cine, especialmente intensa a partir de finales de los años setenta. Tanto que el cierre de salas se convirtió en tema para un documental de Pedro Uris y Antonio Llorens en 1983, con el revelador título de El misterio de los cines desaparecidos. "Ya entonces decíamos que ni la Administración ni los propietarios asumían su responsabilidad", recuerda Llorens, cineasta y crítico de la cartelera Turia. Bingos, discotecas, gimnasios, perfumerías y otros comercios, seguros, viviendas han borrado la huella de cines como el Aliator, Goya, Price, Savoy, Triunfo, Jerusalén, Xerea, Tyris, Aula 7, Eslava, Concorde, Museo, Serrano, Artis, Paz, Suizo, Actualidades, Levante, Coliseum, los Martí, Aragón...
Algunos, como el Metropol, fueron pasto de las llamas. Aunque su fachada fue rehabilitada tras el incendio de 2001, en la calle de Hernán Cortés, el cine está cerrado a cal y canto. También ardió el Lys, en 1989 en el paseo de Russafa, y aunque hubo intentos de construir oficinas, finalmente se ha preservado el uso, aunque como multicine, la fórmula que se ha impuesto en el sector. En la calle de al lado, del Capitol sólo queda la fachada, protegida. Su destino, más oficinas. La Generalitat barajó la compra para la Filmoteca, pero la idea no prosperó. La Comisión de Patrimonio municipal llegó a lamentar, en vano, que no se mantuviera al menos un uso sociocultural o relacionado con las artes escénicas, como ha pedido a menudo el sector.
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