Victoria femenina contra la crisis en Torremocha
Una empresa formada por mujeres reflota la agricultura de la localidad, donde el desempleo es sólo del 3,6%
¿Quién dijo crisis? Torremocha de Jarama, situada 60 kilómetros al noreste de Madrid, vive una experiencia singular. Para una población de 815 vecinos y vecinas, dispone de más de 70 empresas.
Frente a la media regional de parados, el 11,6%, la localidad norteserrana madrileña registra sólo un 3,6%. Posee un Museo de la Agricultura, que ya está integrado en los circuitos turísticos vitivinícolas internacionales, con nutridas visitas de japoneses y estadounidenses. Y cuenta con un polígono artesano, con 23 unidades, donde se fabrican desde marcos y caballetes para pintura hasta trufas de chocolate de un obrador local. Todo ello en la llamada sierra pobre madrileña.
Pero la joya de Torremocha es la empresa pública municipal Agroalimentaria, regida por mujeres y dirigida por la ingeniera agrónoma Mónica Druet, de 32 años, que gestiona la actividad agrícola de 10.000 hectáreas, asesora a casi un centenar de agricultores de la zona y, además, ayuda al cultivo, envasado y distribución comercial de los tres principales productos generados en esa área: aceite, vino y garbanzos pedrosillanos. Y ello en el corazón de la Sierra Norte, donde la actividad agraria se ha ido apagando en las últimas décadas.
"Los agricultores verán perpetuarse sus tierras", explica Mónica Druet
Junto a Mónica Druet trabajan Natalia Botella, ingeniera agrícola especializada en industrias; Dolores Moreno y Mari Luz Díez, ambas operarias, y María Eugenia Gaztañaga, experta comercial. Con ellas colabora Julio Castillo, que está de baja por haberse fracturado una pierna recientemente.
"La principal meta que esta empresa pública se propone", explica Mónica Druet, "es la de preservar la cultura agraria tradicional de la zona: vid, olivo y legumbres". ¿Cómo lo consiguen? "Haciéndola rentable a través del perfeccionamiento de los circuitos de producción y distribución de los productos hasta los consumidores". Y añade: "Otro objetivo de igual importancia es el de preservar el paisaje e impedir la erosión de los suelos pizarrosos de la cuenca del río Jarama". Esta meta la logran gracias a los cultivos de ribera y secano que supervisa Agroalimentaria.
Para Mónica Druet, "una de las actuaciones a las que más importancia damos es al arriendo de tierras cuyos dueños, casi siempre agricultores de más de 65 años, no pueden ya labrar". Ella y sus compañeras proyectan hacerse cargo del arriendo con los productos obtenidos de aquéllas. Asimismo se proponen acoger tierra con vides u olivos arrancados por directrices de la Comunidad Europea, que paga a los agricultores particulares una suma por erradicar cultivos. "Una vez esas tierras en nuestras manos, adquiriremos el derecho a volver a plantar posteriormente en esa superficie", señala la ingeniera. "De ese modo, los agricultores las verán perpetuarse y cumplir así con el legado de sus antecesores". La empresa pública Agroalimentaria cuenta con una marca propia, De Arren -era la denominación dada en la contigua zona de Patones al aprisco-, que tiene dos años y tres meses de vida, aunque su origen arranca de 1990, cuando por iniciativa colectiva se creó el museo agrario y etnográfico en Torremocha, hoy enclavado en el polígono artesanal de Torrearte. La idea allí aplicada gustó tanto que desde el municipio se decidió proseguirla con esta empresa agrícola pública.
"El arranque de la iniciativa fue un poquito duro", explica Druet, "pues algunos agricultores veteranos desconfiaban de nosotras. A mí me preguntaban, con una rama de olivo en la mano: '¿Qué enfermedad tiene este olivo?'. Y yo les respondía: 'Vertigilosis defoliante'. Sorprendidos, reconocían: 'Pues es verdad, es lo mismo que nos han dicho en la Cámara Agraria". Mónica Druet comenta esos orígenes con una sonrisa, pero no oculta su entusiasmo. "Me crié en Patones, me encanta hacer lo que hacemos, y realmente aquí he podido satisfacer mi sueño: estudié para esto y vivo para esto".
Dados los caprichos meteorológicos, tan erráticos este año, la producción global de 2009 se verá algo reducida, pero las dirigentes de la empresa pública se ufanan al informar de que el pasado año Agroalimentaria llegó a producir 10.000 litros de aceite, 16.000 botellas de tinto joven de uva garnacha y tempranillo, y 62 toneladas de garbanzos, el doble que en la cosecha anterior. Tienen su propia almazara, que luce sus cuatro flamantes torres blancas, junto con otras seis plateadas correspondientes a los vinos que allí generan.
El proyecto tuvo un empujón inicial del Fondo Social Europeo y el Gobierno regional, que aportaron la tercera parte de los 1,8 millones de euros que implicó el proyecto Agroalimentaria. Ahora, a los tres años de vida, sus protagonistas, como Natalia Botella, dicen estar involucradas en "acreditar los productos torremochanos a costa de elevar la calidad que ofrecen". Y ello, manteniendo muy vivo un entusiasmo evidente, que resulta contagioso, máxime en una situación económica de crisis generalizada que genera excesos autoflageladores que el ejemplo de Torremocha abiertamente desmiente.
"Gobierna en Torremocha de Jarama Carlos Rivera, uno de los alcaldes decanos de la región, al frente de su municipio desde 1978", explica Elena Argudo, agente de Desarrollo Local. Dirige un partido denominado CISNE, Ciudadanos Independientes de la Sierra Norte, que aúna alcaldes y ediles independientes y se incardina en la zona históricamente más deprimida de la Comunidad madrileña. "Aunque", matiza, "desde hace una década se vive aquí un esplendor económico sostenido derivado del tirón del turismo rural, de la actividad medioambiental y de los cultivos agrícolas, según confirman las estadísticas regionales".
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