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Columna
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La estrategia del garrote

Joaquín Estefanía

Ya han pasado las elecciones autonómicas gallegas y vascas. Y aunque estén cercanas las europeas y deba hacer frente, ya sin parapetos, a los casos de espionaje y de corrupción, urge que Mariano Rajoy encuentre un hueco, un amplio hueco, para revisar su ausencia de estrategia económica ante la recesión.

Hace unos meses, el líder del PP presentó en el Parlamento sus medidas contra la crisis. Iban casi todas ellas en la dirección contraria a lo que las autoridades, de cualquier signo ideológico, están aplicando en el mundo. Pero al menos eran una opción. Desde entonces, la crisis económica ha mutado en su naturaleza, ha dado signos de una casi infinita severidad, ha pasado de los problemas de liquidez a los de solvencia, ha girado desde la inflación a la desinflación, ha cambiado de la compra de activos tóxicos a las nacionalizaciones bancarias volviendo después a la adquisición de activos tóxicos, y ha disparado en los países los porcentajes de déficit y de deuda pública para financiar las dificultades urgentes, sin saber cómo se volverá atrás. Con todo ello por delante, el PP no ha movido un músculo ni ha añadido reflexiones posteriores. Todo le parece mal.

La política del 'no', aplicada a una crisis tan compleja, es la única aportación de la derecha
Urge que Mariano Rajoy encuentre un amplio hueco para revisar la hoja de ruta del PP ante la recesión

Y ello a pesar de haber intentado hacer de la solución a una coyuntura singular e inédita el centro de su acción política, marginando los asuntos de la anterior legislatura (España se rompe y los socialistas negocian con los terroristas), que determinaron la estrategia de la crispación y que tan malos resultados electorales les dio. El PP había encontrado un amplio terreno para la oposición. La crisis es la más profunda que se recuerda y el Gobierno ha dado síntomas de no comprenderlo hasta demasiado tarde. Además, la sensación de que la mayor parte de las actuaciones (80, según la Oficina Económica de la Presidencia de Gobierno) no tienen un alto grado de coherencia sino que se añaden unas a otras, siendo el Plan E una sistematización a posteriori de las mismas, añadían elementos objetivos para esa oposición.

Sin embargo, ante este panorama, el PP adolece de partitura propia más allá de la grandilocuencia (austeridad, sentido común...). Y no sólo no ha presentado alternativas, sino que tampoco ha hecho lo que otras oposiciones en distintos países de la OCDE: ayudar a sus gobiernos en una especie de consenso nacional, implícito o explícito, ante las dificultades. El PP dio a regañadientes el visto bueno a las medidas de asistencia al sector financiero, pero no a las aprobadas por el Ejecutivo para aumentar la demanda y el consumo, y para auxiliar a los más débiles en la economía real.

Sin hoja de ruta, Mariano Rajoy tampoco ha conseguido poner a su formación una "cara económica" que proporcione credibilidad a sus reflexiones. Buena parte de los análisis que se han hecho de la intervención de Cristóbal Montoro, portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, ante la comparecencia de la semana pasada del gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, han hablado de catastrofismo y populismo. Ni un atisbo de solución. Esa calificación es escasa si se acude al acta estenográfica de la sesión. Fue Montoro (no un representante de la extrema izquierda) el que dijo, por ejemplo, que "la culpa la tiene la destrucción de la pequeña y mediana empresa que es la que está haciendo el ajuste de cantidades y de paro que se está haciendo en España, mientras que grandes empresas están llevándose las plusvalías que se han derivado de los apalancamientos financieros, en donde ha estado participando el Instituto de Crédito Oficial con dinero público".

El representante socialista, Fernández Marugán, que ya ha visto casi todo en el Congreso, pidió a Montoro sentido común y le recriminó la estrategia del garrote, el gusto por el cuerpo a cuerpo, el fin de la acritud y el estilo desabrido y desagradable "que es patrimonio que él incorpora a esta Cámara y a esta comisión a lo largo de las últimas intervenciones". Montoro habría hecho "una difusión y una propaganda del desastre de los demás y nos ha pedido que, por analogía, actuemos como adelantados del desastre propio".

La estrategia del no, aplicada a una crisis económica tan sofisticada y compleja, es por ahora la única aportación de la derecha española al debate global.

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