¿Sí o no?
Durante los días que precedieron a la huelga de jueces, seguimos por distintos medios las declaraciones de la portavoz del CGPJ sin lograr deducir de sus palabras si el paro era legal o ilegal, si habría o no habría sanciones, si se le descontarían las horas no trabajadas a los revoltosos. Gabriela Bravo parecía la teleoperadora del servicio al cliente de una empresa de telefonía. Le preguntaras lo que le preguntaras, recitaba una letanía indescifrable que fue sumiendo a los sucesivos entrevistadores en una parálisis perpleja. De modo que no sabemos si sí o si no. Claro, que tampoco hemos logrado averiguar si Benjamín Martín Vasco ha dimitido o lo han dimitido, ni si Belloch es numerario del Opus o simpatizante. Tampoco tenemos ni idea, pese a las numerosas comparecencias del ministro del Interior, de en qué ha quedado el asunto relacionado con las detenciones masivas de inmigrantes. Por un lado, parece que existió la famosa instrucción que ordenaba perseguir a los negros y, por otro, que no, lo mismo que las torturas llevadas a cabo en los centros de detención de menores. Hay épocas en las que la realidad se comporta como los prospectos médicos, donde lo que es bueno para el dolor de cabeza provoca cefaleas, lo que quita los espasmos produce temblores y lo que alivia la colitis promueve descomposición. Al final no sabe uno si tragarse la pastilla o convivir con el dolor. Por abundar en el galimatías, aún ignoramos si Rajoy está dispuesto a poner la mano en el fuego por Esperanza Aguirre. Él asegura creer en su inocencia, pero se niega a expresarlo con una frase hecha, lo que sorprende en un hombre que presume de convencional, de previsible y de refranero. O sea, que lo más probable es que no las tenga todas consigo. En cuanto a lo de Bermejo, ¿por qué llamamos inoportuno a lo que es directamente impresentable?
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