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Elecciones 1-M | País Vasco

En crisis, el plan soberanista no toca

Ibarretxe elude cualquier referencia identitaria para reforzar ahora su perfil de gestor - El discurso radical recupera las torturas al criticar el veto a sus listas

Juan José Ibarretxe lidera algo más que su Gobierno. En realidad, es el referente del nacionalismo vasco. Es él quien, por encima del propio presidente del PNV, Iñigo Urkullu, marca los tiempos y el discurso político de su partido. Lo viene haciendo con discreción y energía -dos de sus señas de identidad más nítidas- desde hace ocho años, el tiempo transcurrido hasta hoy desde aquella agónica victoria de 2001. Entonces cumplió con tal eficacia el ruego angustiado de Xabier Arzalluz -"sálvanos de éstos" (Mayor Oreja y Redondo Terreros)- que su carisma se instaló para quedarse en el alma peneuvista.

Antes de instalarse la crisis económica en Euskadi, el entorno de Ibarretxe se sentía "preocupado" por el evidente "desgaste personal" que el fiasco de la consulta y el derecho a decidir habían provocado en la figura política del lehendakari. Todavía hoy, los asesores menos entusiastas asocian el "empate técnico de las encuestas" a los efectos de aquella deriva soberanista.

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El PSE-EE, sin ir más lejos, contaba con que Ibarretxe podría ahorcarse con su propia soga. Y Urkullu lo temió durante tanto tiempo que, en algún momento previo a la nominación del candidato, llegó a anunciar: "Preguntaré a Ibarretxe si se encuentra con fuerzas". De ahí que los socialistas traten de contrarrestar con rapidez el cambio de estrategia de su rival, que se ha decantado por un perfil de gestor "preocupado por dar soluciones a la crisis", lejos de aquel defensor de un plan para tratar de "tú a tú con el Estado".

Ni siquiera ayer, en un marco tan reverencial como es la Casa de Juntas de Gernika, el candidato del PNV sintió debilidad por rescatar sus propuestas identitarias. Dispuesto como siempre a no decepcionar al alma abertzale que todo cargo del PNV lleva dentro, hizo una apelación directa a disponer de más autogobierno, "que supone decidir en Euskadi cada vez más cosas". Pero no se apartó del guión electoral: "El autogobierno nos permitirá salir los primeros de la crisis económica".

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Ibarretxe está convencido de que los ciudadanos -"los 2.100.000 vascos que yo conozco y que me conocen a mí", dijo- se sienten hoy mucho más preocupados por su situación económica que por el soberanismo. De ahí que le haya bastado una rápida lectura del contexto social para guardar en el cajón sus ambiciones identitarias, decisión que tranquiliza al sector pactista del PNV, alimenta las razones de EA para la ruptura de la coalición nacionalista y encrespa a la izquierda abertzale.

Tampoco es noticia el enojo de los radicales con el PNV, dada su animadversión histórica, aunque, paradójicamente, sus sucesivas marcas electorales siempre han auxiliado a Ibarretxe, empezando por su investidura en 2001. Ahora no les perdonan que "hayan bajado los brazos" en la defensa de la consulta y, sobre todo, su "poco entusiasmo" en criticar el veto a las listas de Askatasuna y D3M.

La crispación del mundo de Batasuna ha empezado a manifestarse en sus diferentes estadios. El pasado sábado elevó el diapasón por las calles de Bilbao, en presencia de dirigentes como Arnaldo Otegi y Rafa Díez Usabiaga. Ayer le tocó el turno a los socialistas. Diez jóvenes desempolvaron la tradicional denuncia de "las torturas en Euskadi" para alterar, siquiera durante unos segundos, el discurso de Patxi López en favor de la innovación y las energías renovables.

Un informe del relator especial de la ONU Martin Scheinin en el que muestra su inquietud por las limitaciones a la participación política que puede derivarse de la legislación antiterrorista y "la práctica de torturas", ha alimentado el viejo discurso abertzale, que así recupera temas de movilización siempre bien acogidos por sus seguidores. Ocurre que la difusión de este informe coincidió con la visita realizada por un grupo de parlamentarios belgas, que volvieron a su país "alarmados" después de compartir durante más de un día la rutina tortuosa de varios concejales vascos amenazados por ETA.

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