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Columna
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Balaceras y bancadas

Aparecen ya de forma habitual, de modo que hay que considerar que el fenómeno se asienta: en los medios de comunicación españoles asoman, cada vez con más frecuencia, términos americanos, que ganan peso en el idioma.

Uno de ellos es "balacera". Me encanta eso de la balacera. Lo nuestro había sido siempre el tiroteo, pero la balacera te coloca en una dimensión más cruda, más realista del evento. El tiro evoca el estruendo, la detonación. La bala, en cambio, se aloja en el muslo o en el pecho. El tiroteo es vago, genérico y, por tanto, casi indoloro. El tiroteo se aproxima en la evocación a una traca de petardos, a la inocente pirotecnia. La balacera es una ensalada de tiros, pero la palabra trae memoria más cierta de la carne abierta, la sangre y los desgarros. La balacera como que duele más, incluso al lector, de modo que deja mayor constancia de la violencia y de sus crueles efectos.

Con "bancada" sucede algo parecido. Resulta difícil encontrar término más gráfico para retratar a un grupo parlamentario. En la bancada se adivina la disciplina de voto característica de los partidos modernos. Bancada sugiere una larga hilera de tipos (y de tipas: hablemos con el rigor con que lo hacen los políticos) en rigurosa formación. Con la bancada casi se nos hace visible el hemiciclo. Denota el orden, la uniformidad que oprime los escaños y la uniformidad también que constriñe el pensamiento. Las votaciones son tan previsibles que nadie se saldrá de la norma (de la bancada). Bancada tiene además un no sé qué de solio, de privilegio, de agrupación de escaños rigurosamente iguales. Concedamos algo al prejuicio: como la palabra nos viene de América, en la bancada asoma la república bananera, la democracia imperfecta. Claro que, ¿hay alguna democracia perfecta? Un tipo que se asienta en la bancada certifica su vocación por obtener ("a futuro", como también dicen los políticos) una poltrona. Por decirlo de otro modo: la bancada constituye la primera selección de cara al reparto de poltronas. Muchos son los llamados y pocos los elegidos, como dijo esa tradición ajena al progresismo. Pues bien, también son muchos los que se amontonan en la bancada, pero pocos los que accederán a la poltrona. La vida política es así de cruel. La vida política, en fin, es tan cruel como la vida a secas.

Hay algo acerado en denominar balacera al tiroteo y bancada al grupo parlamentario. Balacera, me temo, proviene de México, donde la violencia campa por sus respetos. Claro que en eso, como en otras cosas, los vascos no podemos ni debemos impartir muchas lecciones. Para violencia, para vileza y chulería de tipos dotados de pistola, las nuestras. Quizás por eso es conveniente tomar conciencia semántica del término balacera. Balacera, vaya palabra. Habla de lo que somos: un villorrio atestado de tarados, que con el hierro en la mano eyaculan de placer.

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