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Columna
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Blancolor

No sé si se acuerdan de Harald II, el noruego que no podía entender cómo somos ni lo que hacemos. Seguramente no les importa, pero he recibido noticias suyas tras su apresurado regreso a Noruega por asuntos propios, según me dijo y a mí me sonó a convenio colectivo. Me sorprende, sobre todo, que Harald el práctico, el ecléctico, me pregunte por las elecciones del 1 de marzo. Creo que es curiosidad malsana, pero a ver cómo le explico yo que en un país de apenas 2,1 millones de habitantes probablemente siete partidos estén representados en un Parlamento de 75 diputados. Y cómo le explico que en la precampaña (un concepto que él no entiende) los partidos se dedican a asustar al ciudadano con lo que ellos piensan que los otros van a hacer cuando ganen o cuando pierdan (aquí lo de ganar o perder es insignificante para formar gobierno). Y cómo le explico yo que el PNV dice que el PSE va a pactar con el PP y con Rosa Díez, si llega el caso, y que el PSE dice que con Ibarretxe habrá más tripartito, y que el PP dice que el PSE pactará con el PNV tras las elecciones y que Ezker Batua, internacionalista y de izquierdas, según dice, ha gobernado con dos partidos nacionalistas y de derechas (o no muy de izquierdas, precisamente). Y cómo le explico yo que Rosa Díez es una ex militante del PSOE que se pasó a los postulados más radicales del PP y que ahora el PP piensa que le quita votos cuando creía que se los quitaba al PSE. Y cómo le digo que Aralar está ahí por si hay que saltar del banquillo al césped (esto no lo entendería, porque el fútbol en Noruega es más secundario que un solista en un orfeón vasco).

Quizás tendría que explicarle que los partidos deberían entender que en este país nadie gana las elecciones. Que sí, que uno gobierna con otro o con otros y eso le da cajas de ahorro, empresas públicas y semipúblicas, altos cargos y la puesta en práctica de una parte de su ideología. Pero realmente ganar, lo que se dice ganar, no gana nadie. Tendría que decirle que Euskadi es algo así como Blancolor. Estoy seguro de que esta retórica le gusta, aunque tendré que reconocerle, a mi pesar, que la idea no es mía, que se la he robado a una antigua campaña de unos grandes almacenes para vender sábanas y edredones. Sé que le decepcionará, pero es lo que hay. Hay listas blancas y negras, que siempre ponen en tela de juicio (nunca mejor dicho) la libertad de las personas para presentarse como elegibles. Y cómo le explico yo que no hace tantos años el mundo de ETA y sus radicalismos repudiaban las instituciones en las que ahora quieren seguir apelando, si es preciso, al marketing político. Bueno, quizás estos desvaríos se explican por sí mismos: la sinrazón es una autopista vacía. Blancolor en la muchachada radical y Blancolor en los que apelan al sabio consejo del párroco: "Crean en lo que digo, no en lo que hago", una receta muy cristiana. Harald, mejor no te contesto hasta el 2-M y te lo cuento con más calma. Si es que puedo. Y me ahorro un sello.

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