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La oposición critica que la expropiación de Can Fargas ha sido cara

Barcelona paga 5 millones por la finca, cuando en 1997 se vendió por 1,2

Àngels Piñol

"Ésta es una historia de complicidades en la que los vecinos han invertido mucha energía y al final la masía es nuestra", dijo exultante ayer Elsa Blasco, la regidora del distrito de Horta, acompañada de concejales de todos los partidos y de vecinos, encantados de pasear por primera vez en su vida por la finca de Ofèlia Roselló, la última propietaria, que la vendió en 1997 a la familia Vilaregut por 1,2 millones de euros. La oposición (CiU y el PP) se felicitó por la expropiación, pero criticó que el Ayuntamiento no ejecutara en su día el derecho de tanteo y retracto, que hubiera permitido ahorrar 4,5 millones.

Blasco, sin embargo, negó que se hubiera podido intervenir antes pues, afirmó, supieron con retraso de la venta de Can Fargas. "¡Ojalá muchos dueños de fincas nos ofrecieran comprarlas antes de venderlas a otro particular!", afirmó. Los actuales propietarios querían ubicar en la masía un aparcamiento para 200 coches, una residencia para ancianos y una escuela de hostelería, que en realidad, según los vecinos, habría sido un restaurante de lujo.

Datada en el siglo XI, Can Fargas es una espléndida masía con más de 1.700 metros, amplias habitaciones, puertas de madera noble y más de 3.000 metros de jardín romántico. La joya de la corona es la torre de vigilancia alrededor de la cual se construyó la masía y aún conserva restos de pintura románica poco visibles. En el desván quedaba ayer un cabecero de cama, un baúl y sillas. Lluís Vila, de la plataforma Salvem Can Fargas, expresó su deseo de que el Ayuntamiento no tarde demasiado en inaugurar la escuela de música que albergará la casa.

"No había entrado nunca y mi nieta vendrá", dijo encantada Carme Vidal, una vecina de 72 años. Elsa Blasco afirmó que ahora es el momento de dibujar planos y decidir más adelante la apertura del jardín. Ayer sólo quería celebrar la victoria tras el duro pulso con los Vilaregut, que llegaron a colgar una pancarta en la verja del paseo de Maragall en la que se leía: "Elsa Blasco ¿Qué estás haciendo en Can Mariné?". Un vecino vio ayer la pancarta en la planta baja y muchos se retrataron ante ella. "Pues allí [por Can Mariné], una biblioteca, y aquí, una escuela de música", zanjó feliz la concejal.

MARCEL.LÍ SÀENZ
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