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Columna
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Abajo la dictadura

Está demostrado que la democracia, como las lenguas, ha de mamarse desde la cuna. Y cuando no lo hemos podido hacer resulta que, con las neuronas ya un poco oxidadas, para que entren (y se queden) en la mollera, necesitamos de un gran esfuerzo que no todo el mundo está dispuesto a hacer. Luego están la fluidez, la sinceridad, la naturalidad con las que sedimentan idiomas, usos y costumbres, tanto colectiva como individualmente hablando. Porque igual que atribuían supuestas virtudes a los cristianos viejos, también se nota la diferencia entre los pueblos demócratas con muchos trienios y los recién llegados a las urnas y la participación. Tan novatos, que muchos todavía andan el camino. Hoy, si una nave espacial procedente de la galaxia Montesquieu aterrizara por aquí, su pasaje no se podría creer que aún haya políticos, familias, obispos y jueces que se opongan a que la Ciudadanía se explique y aplique en las escuelas. Ni que en este paiset el poder ejecutivo suplante cada día al legislativo, eluda toda clase de control y falte el respeto sistemáticamente a sus leyes fundacionales y sus instituciones, por no decir a sus ciudadanos y ciudadanas. La típica confusión entre mayoría absoluta y absolutista.

Lo hablábamos el otro día en un lamento coral donde hubo acuerdo en que la derecha, y muy especialmente la valenciana, no lleva la democracia en la médula, y lo que es aún peor, el electorado no la castiga por ello. Lo explicó Paqui Viciano (PSPV), lo dijo Mónica Oltra (Compromís) y lo diagnosticó Emilia Caballero (Síndic de Greuges): "Buena parte de la movilización contra el urbanismo salvaje la han protagonizado residentes extranjeros, que tienen más cultura democrática... la democracia es una ética, una manera de proceder... pero aquí no se ha hecho pedagogía. Nos dieron de beber en un abrevadero y encima estaba contaminado".

Será verdad que lo que ahora nos ocurre tiene mucho que ver con el olvido de aquel magma tenebroso del que procedemos: la dictadura. Será cierto que hay un par de generaciones a las que se les ocultó (también por parte de las izquierdas) todo el horror y la injusticia de la guerra y el franquismo. Aunque también lo es que, le pese a quien le pese, aún estamos a tiempo de remediar ese déficit de conocimientos. De entre lo mucho que ya se ha investigado, pintado, escrito, rodado y cantado, no había apenas materiales dirigidos a la gente joven. Pero esta tarde se presenta una iniciativa de la fundación de CC OO, dirigida por Alberto Gómez Roda y Dolores Sánchez Durá y titulada nada menos que ¡Abajo la dictadura!, Tres generaciones de antifranquistas en el País Valenciano. Un DVD recoge imágenes, información y testimonios, y una guía didáctica en papel descubre al alumnado la Historia jamás contada, al tiempo que aclara conceptos y propone actividades. Más luz y verdad sobre el pasado y menos silencios y temores, es lo que nos hace falta a estas alturas. Contra la inopia que lamenta Alejandra Soler en el documental, urge recordar de dónde venimos. Como dijo Emilia Caballero: "Está bien pasar página, pero no arrancarla. Y además, antes, hay que leerla".

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