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Columna
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Libertad con rabia

Una enorme tela se descolgaba de la sólida estructura de hierro de la antigua fábrica de tabacos de Cádiz. En ella, la boca abierta de una joven parecía escupir con rabia la palabra libertad. Una palabra que destacaba por su tamaño del resto del texto: "Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna...".

La Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) saludaba así a sus invitados la pasada semana al acto inaugural de su primer centenario. Nada mejor que recordar el artículo 371 de la Constitución de Cádiz de 1812, la primera que garantiza la libertad de prensa en España. El acto podría haberse convertido en un cóctel vespertino rociado con media docena de discursos y unas copas de manzanilla. El presidente de la APC, Fernando Santiago, el primero en intervenir, iba a marcar el rumbo al recordar a los muchos periodistas despedidos o con un trabajo precario.

Otros dos oradores plantearon cuestiones relevantes sobre el papel de la prensa. El presidente Manuel Chaves recordó que donde no hay prensa libre, simplemente no hay libertad. Pero no se quedó en ese conocido enunciado. Afirmó que tampoco hay prensa libre sin periodistas libres. Chaves reconoció que la libertad de expresión puede estar condicionada por el poder político. Pero no sólo. También el poder económico y los editores y directores de los medios pueden cercenar esa libertad. Como la tarde no iba sólo de canapé y cervecita, Chaves denunció algunos de los defectos del periodismo patrio: el sectarismo, la ocultación o la manipulación.

No hace falta señalar. Hay ejemplos a diario de cómo determinados medios manipulan y tergiversan la verdad. O la ocultan. Escribe el periodista norteamericano Bill Kovach en su libro Los elementos del periodismo, que "la tarea del periodista consiste en decir lo que sabemos y lo que no sabemos y contar quiénes son nuestras fuentes, para que los ciudadanos puedan formar su juicio". Algunos no sólo ocultan las fuentes. También se esconden ellos mismos. Entre los problemas que acechan a este servicio público que es el periodismo se encuentra el mal uso de las nuevas tecnologías. Internet hace posible el milagro de una información instantánea. Pero también es refugio de una suerte de desalmados que se ocultan en ella para depositar sus excrementos.

La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, señaló en el acto de la APC que es "en estos momentos, más que nunca, cuando la profesión periodística debe estar por encima del todo vale que, en ocasiones, y al amparo del anonimato, se practica en la Red". Denunció también Aído la grave responsabilidad de los medios en la imagen que se ofrece de la mujer. "La igualdad requiere un cambio de mentalidades y su consolidación y avance tiene mucho que ver con la construcción de las nuevas estructuras mentales que consigan acabar con la herencia machista asentada durante siglos". Sobran también los ejemplos de cómo el machismo aún dormita en la pluma de tantos que se dicen periodistas. Estoy de acuerdo con la joven ministra, que tantas chanzas recibió de esos reprimidos mentales, en que "ni un vestido, ni un peinado, ni una pose" deben centrar más atención que el propio trabajo que desarrollan esas mujeres.

Señalados los fallos del periodismo, Chaves recordó que los malos periodistas son los menos y que por fortuna gozamos "del mayor nivel de libertad de expresión y de prensa que jamás hayamos tenido en nuestro país". Aunque algunos lo pongan en duda, por puro interés partidista. Como Javier Arenas, presidente del PP andaluz, quien se queja constantemente de que en Andalucía no hay libertad de expresión por el "régimen" socialista que sufrimos. Sólo porque no puede controlar todos los medios de la comunidad. Por eso a veces hay que gritar libertad con cierta rabia.

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