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Columna
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Abierto por reformas

Seguimos sin tener Ley de Vivienda; su proyecto ha sido presentado tan a última hora ante el Parlamento vasco que ya no podrá debatirse en esta legislatura. De su contenido hemos ido conociendo, con el paso del tiempo, los anuncios, los trailers con las escenas más llamativas, como en el cine. Que esa ha sido otra de las especialidades del Gobierno de Lakua: anunciar cosas a bombo y platillo, darlas por hechas, cuando aún están por hacerse, consultarse, debatirse, observarse en su pertinencia u oportunidad; una constante estrategia del anuncia que algo queda aunque luego todo se quede en nada. (En qué quedó aquel famoso recurso ante el Tribunal de Estrasburgo. En qué quedará la recompra de pisos protegidos a parados, que acaba de anunciar Madrazo y de rectificar acto seguido el Gobierno).

Una hipoteca de mil euros mensuales por 25 años suena a condena de por vida a trabajos forzados

Son tiempos de intemperie inmobiliaria; recibimos a diario noticias de que la construcción está bajo mínimos o de que los precios han vuelto a caer. Y sin embargo, aunque los pisos están hoy más baratos que hace unos meses, siguen quedando fuera del alcance de la mayoría de los demandantes de una vivienda, lejos aún de sus posibilidades reales. Un reciente reportaje de este diario lo concretaba en cifras aplicables a Euskadi: es difícil encontrar un piso por debajo de los 300.000 euros; para comprarlo haría falta aportar 80.000 y meterse en una hipoteca de mil euros mensuales durante 25 años. Suponiendo que esa hipoteca se consiguiera ahora mismo, mil euros mensuales durante veinticinco años suena, dada la volatilidad del mercado laboral, a una condena de por vida a trabajos forzados y/o a nudo en el estómago.

En estas circunstancias hay que mirar en el sentido de la vivienda protegida que el futuro gobierno deberá impulsar con brío preferente. Pero no sólo en esa dirección, porque la VPO, por mucho que espabile, no da para cubrir ni en extensión ni en tiempo, la demanda puntual. La solución habrá que buscarla en el alquiler. El problema es que vivimos en un país con escasa cultura arrendaticia y además con una arraigada desconfianza en el sistema. Cambiar esa mentalidad social requiere esfuerzos particularmente agudos. Se ha avanzado en ese terreno, existen ya garantías e incentivos públicos para animar a los propietarios a sacar al mercado sus pisos vacíos. Pero es evidente que no bastan; que habrá que diseñar estrategias definitiva o irreversiblemente atractivas, capaces de transformar la desconfianza en tranquilidad, el temor en confort arrendaticio para ambas partes.

Entiendo que la clave de esa transformación está en las reformas. En Euskadi se cuentan aún por miles las viviendas vacías. Muchas de ellas necesitan acondicionamientos profundos. Muchas son tan grandes que, debidamente reformadas, podrían convertirse en dos o incluso tres apartamentos alquilables. Las ayudas para reformas que hoy concede Bizigune son muy limitadas (una financiación de 18.000 euros para obras básicas). Entiendo que hacerlas crecer significativa, imaginativa y generosamente, con la consecuente responsabilidad de los propietarios beneficiados, podría abrir y multiplicar de un modo estable el mercado de alquiler. Concentrar energías en las reformas tendría además la ventaja de crear puestos de trabajo en un sector que el derrumbe de la construcción ha dejado también a la intemperie.

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