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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los bomberos de Obama

El nombramiento por el presidente Barack Obama de sendos enviados especiales con competencias específicas en Oriente Próximo y Pakistán-Afganistán es una decisión acertada. En ella late el reconocimiento explícito de los dos puntos más conflictivos del planeta y el propósito de mantener sobre ellos la vigilancia diplomática permanente de dos respetados pesos pesados. El ex senador George Mitchell, negociador del acuerdo de Viernes Santo, en 1998, que pacificó Irlanda del Norte, tiene experiencia en la región y se hará cargo del intratable conflicto entre israelíes y palestinos. Richard Holbrooke, por su parte, es un enérgico veterano del Departamento de Estado cuya contribución resultó decisiva para acabar la guerra de Bosnia, en 1995. A ambos debería ayudarles en su poco envidiable tarea que la nueva Administración estadounidense haya decidido considerar en conjunto un expandido Oriente Medio, inevitablemente conectado en sus causas y efectos, que llegará ahora hasta Pakistán.

La pertinencia de las designaciones de Mitchell y Holbrooke, sin embargo, no es por el momento más que una cautela de Obama para no verse desbordado por los acontecimientos. Su eficacia está por verse. El conflicto árabe-israelí ha engullido durante décadas a mediadores y líderes políticos de altura, y probado ser refractario incluso a solemnes decisiones de la ONU. Hoy, si cabe, está más envenenado por los acontecimientos de Gaza. Para aportar algo, Mitchell necesitará el apoyo sin fisuras de Obama y entenderse con el próximo líder israelí. Afganistán es mucho más reciente como avispero mundial, pero allí EE UU es una de las partes en guerra y aliado además de los dos Gobiernos -Islamabad y Kabul, tan inestables como poco creíbles- sobre los que gravita el conflicto. Holbrooke tendrá que parecer un mediador independiente entre ambos, y además respecto de la India, archirrival de Pakistán y a cuyas pésimas relaciones el terrorismo islamista ha llevado de nuevo a punto de ebullición.

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