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Marineros indonesios viven desde hace un mes en un barco atracado en Ribeira

La CIG denuncia que ganan 300 dólares, pero el armador asegura que paga más

El palangrero Tafarit, de bandera mauritana y propiedad de cinco socios de Ribeira, lleva un mes atracado en este puerto con cinco marineros indonesios a bordo. La armadora no les paga un alojamiento y el sueldo que ellos reciben, 300 dólares (225 euros) según el contrato laboral que hizo público la CIG la semana pasada, no les permite buscárselo por sí mismos. El Tafarit es el único barco de Ribeira que no tiene su nombre a la vista. La armadora es Abisal Fish, SL, que faena en compañía mixta en Marruecos y Mauritania con la firma Cap Timiris, de este segundo país. Según el único socio en tierra de Abisal Fish, José Ramón Blanco, el nombre no se ha retirado del casco "para ocultar nada", sino porque el pesquero está tramitando el cambio de bandera y se va a renombrar. No hay fecha para la vuelta al mar del Tafarit y cuando se pregunta a sus responsables por la causa del amarre, nunca responden igual. Según el patrón del barco, están en tierra "por el mal tiempo". Sin embargo, el armador dice al principio que es por la crisis, porque todavía no han vendido el pescado de la campaña anterior, y al final explica que están pendientes del papeleo para sustituir el pabellón mauritano por la bandera de Panamá, y que estos días ha venido alguien de este país a inspeccionar el palangrero. Todo a bordo del Tafarit parece enrevesado. El armador no sabe dar explicación al contrato de 300 dólares en inglés e indonesio que sacó a relucir Xabier Aboi, secretario de CIG-Mar, en una rueda de prensa. "Debe de ser uno que firman en su país antes de venir, pero nuestra compañía les hace otro cuando llegan, y les pagamos el salario mínimo, en euros". Para probar lo que dice, Blanco saca de una carpeta dos contratos, uno en francés y otro en inglés, en los que, respectivamente, se habla de un sueldo de 540,90 y 550 euros. Tampoco estos salarios cumplen el mínimo, pero el armador insiste en que al final, aunque no figure en los papeles, él les paga lo que marca la ley. "Además", sigue, "cuando se van les doy una gratificación extra, y aquí los tengo ben mantidos, les compro tabaco, les mando la ropa a la lavandería, los llevo a una clínica a hacerse revisiones y les pago empastes y demás. Tengo facturas del dentista por mil y pico euros". Los indonesios que trabajan para Abisal Fish no están dados de alta en la Seguridad Social. Tienen contrato de Mauritania, aclara Blanco, porque "en España, para trabajar, hay que tener permiso de residencia". El armador reconoce que los indonesios duermen en el exiguo camarote, pero asegura que el barco "no es un cortello", que tiene "todas las comodidades" y "corriente de tierra". Dice, además, que no sabe "si vivirían mejor tal y como los meten por ahí en pisos". "No sé lo que quiere esta gente

", sigue, "también los de la marina mercante viven en los barcos; pero si el problema es ese, les busco piso".

En el contrato que sacó a la luz la CIG figuran tres empresas: una intermediaria indonesia, otra intermediaria viguesa (Crewnova) y la armadora de Ribeira. Blanco se desentiende del documento y dice no comprender cómo aparece en él Abisal Fish. En este contrato, el de los 300 dólares (sin porcentaje a mayores por las capturas), se indica que en los tres meses de prueba los marineros no percibirán el sueldo, que les será abonado al final. Pero si son expulsados antes (y pueden serlo hasta por salir del barco sin permiso) se quedarán sin el dinero y tendrán que pagarse el billete de vuelta desde cualquier puerto.

"Se nos escapaban todos"

"Preferimos a los indonesios porque son más estables", reconoce José Ramón Blanco. Hasta hace muy poco, la empresa contrataba latinoamericanos (a bordo del Tafarit todavía trabaja un chileno) y africanos, pero una serie de experiencias le hicieron cambiar de parecer. "En cuanto llegábamos de África a Las Palmas, se nos escapaban todos", cuenta. Los marineros utilizaban el pesquero como patera, y al pisar costa española, desaparecían sin dejar rastro. Los indonesios, más sumisos, nada conflictivos, "no se escapan".

"Queríamos una tripulación fija, con relevos", sigue explicando el armador. Que mientras unos se fueran de vacaciones a su país, vinieran otros indonesios. De momento, desde que empezaron a contratar a marineros de esta nacionalidad, la empresa ha hecho tres relevos. En ocasiones ha tenido a 10 trabajadores de Indonesia a bordo, en un barco con 16 o 17 tripulantes.

Ninguno de los tres contratos posibles del Tafarit (el de la CIG y los de la empresa) aclaran cuál es la jornada de trabajo. Eso lo decide el capitán. Pero los indonesios están "encantados, quieren trabajar con nosotros", asegura el armador, porque "en los barcos asiáticos les pegan". El sueldo que reciben aquí, además, "es muy alto para su país", por eso "llaman para decir que quieren volver".

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