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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Inquieta hasta la médula

Me quedé hipnotizada por la magia de aquel escenario desolado, las butacas desvencijadas, hechas añicos, el telón caído y entreabierto dejando asomar una misteriosa oscuridad y dos luces apuntando a un teatro olvidado.

-¿Qué lugar es éste? pregunté.

-Es la antigua Filmoteca de Cataluña en la calle de La Cera, me contestó el pintor Eduard Resbier, refiriéndose a su obra Cine en Ruinas.

Desde 1995, fecha en que se mudó a vivir al Raval, Resbier ha visto la transformación del barrio sin dejar de sentirse atraído cuando descubre espacios en transición, esos zaguanes que han permanecido cerrados por años, y que un buen día, alguien los abre para comenzar la reconstrucción de una finca, permitiendo que un ojo curioso como el suyo pueda echar un vistazo. Después, los lleva a un realismo asombroso, ya sea en óleo sobre lino o tinta sobre papel, para dejar, al capricho de su pincel, el testimonio del paso del tiempo y revelarnos el misterio que hay detrás de un portal o una cortina de metal impenetrable.

Resbier aparece cuando entran los albañiles. Toma una fotografía. A veces, pasan años para pintarla

"No hay nostalgia, quizá una influencia del romanticismo", me dice Resbier, quien transmite con audacia la sensación que provoca un edificio en desuso. No sale a la caza de dichos espacios, se los topa involuntariamente, porque este pintor barcelonés nacido en 1968, antes hijo de Poble Sec, vive el barrio como si fuera la extensión de su casa. Alguna vez construyó, junto con otro creador alemán, una chabola en la calle de Ferlandina que la Guardia Urbana no se atrevió a tocar; sí, los camiones de la basura, que apresuraron a remover la intervención artística. Cuando no se le encuentra por las terrazas del barrio, está enclaustrado en su taller o en su ático, donde resguarda su orden creativo: dibujos por doquier, artefactos electrónicos con los que compone música, libros de física que permean su concepción del arte.

-¿Qué lugar es éste?, volví a preguntar cuando pensé reconocer un enigmático almacén.

-Es en la calle de Joaquín Costa.

-¿Qué había antes? ¿Qué hubo después?

-No lo sé.

Resbier aparece en el instante que los albañiles entran a una finca y cubren las columnas centenarias, limpian escombros barriendo vidas pretéritas, trozos de vigas y metales humedecidos por el encierro. Toma una fotografía y se queda con esa imagen; a veces, pasan años para pintarla, la distorsiona, elimina toda presencia humana, agrega elementos difusos y mucho color. No podía ser de otro modo, pues vive en uno de los barrios más cromáticos de Barcelona, y eso significa también, contrastar el blanco y el negro. No intenta indagar más, tampoco denunciar los cambios del barrio, "sólo reflejar lo que no perdura, que en física se llama irreversibilidad del tiempo", comenta.

Nunca sale del Raval a menos que sea absolutamente necesario; entonces, va lejos: pueden ser las montañas de Chile, el desierto de Túnez o parajes imaginarios donde captura nuevos universos, para luego recrearlos y esparcirlos en galerías de todo el mundo: Suiza, Francia, Italia, Estados Unidos, Argentina, México, Japón, y en numerosas ferias: ARCO, Arte BA 08, Chicago Art Fair, Art Cologne y Stockholm Art Fair, entre otras. Hasta el próximo 20 de enero, se puede visitar su reciente exhibición Psyché en la galería Trama (calle de Petritxol, Barcelona www.galeriatrama.com).

Ahí entré para defenderme del gélido clima, y quedé congelada contemplando esos interiores con escaleras aniquiladas, suelos que nadie pisa, tan vivos, que apenas recuerdan que estuvieron muertos, como la estación de tren de Canfranc en los Pirineos, la nave industrial de Can Ricart en Poblenou o un autobús vacío que inquieta hasta la médula.

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