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El 'tour' de Francia de Sarkozy

En una semana, el infatigable presidente francés recorre todo el país en su regreso a la política nacional tras haber presidido la Unión Europea

Antonio Jiménez Barca

Lo dijo hace pocos días, en presencia de un grupo de parlamentarios: "Me dicen que soy omnipresente. Pues bien: yo prefiero eso a que me llamen Rey Florero". Nicolas Sarkozy, el incansable presidente de la República Francesa, dejó el 1 de enero de ser presidente de la UE. La tambaleante y descabezada economía mundial, zarandeada por crisis financieras de dimensiones planetarias, le había venido bien al líder francés para ir constantemente de aquí para allá, saltando de cumbre en cumbre, en primera línea de batalla, enarbolando la bandera de Europa. Así que cuando llegó al final del mandato, más de uno se preguntó cómo soportaría su mundialmente atareado líder ser presidente sólo de los franceses.

El mandatario busca el consenso con los estudiantes para la reforma educativa

La respuesta ya ha llegado. Y si alguien se imagina un Sarkozy alicaído, se equivoca: en siete días, desde el viernes pasado hasta el próximo jueves, fiel a su estilo meteórico, el jefe del Estado francés recorrerá las seis esquinas del país para empaparse de la realidad nacional y, de paso, hablar, por este orden, de los siguientes temas: justicia, sanidad, educación, cultura, seguridad y economía. Un auténtico tour de Francia para él solo.

Una semana antes, ya había comparecido en París ante las altas estancias de la magistratura francesa para informarles de una reforma de calado destinada a revolucionar el sistema judicial francés: la eliminación del juez de instrucción.

Cuando aún no se había apagado la viva polémica que suscitó la decisión (los más críticos aseguran que el Poder Judicial quedará en manos del Gobierno), el viernes, el presidente se desplazaba a Estrasburgo, al este del país, para inaugurar un hospital y, de paso, apaciguar las críticas sobre el sistema sanitario francés, en cuestión desde que un conjunto de errores médicos trágicos, uno de ellos relacionado con la muerte de un niño, sacudieran la sociedad francesa durante las vacaciones de Navidad.

A recibirle, además de las autoridades locales, acudió un grupo de profesionales sanitarios que, además de abuchearle y silbarle, criticaron el excesivo y, para su juicio, infundado optimismo del presidente. Le achacaron la falta de medios de la sanidad pública y culparon a esa falta de medios buena parte de los errores.

Ayer, Sarkozy saltó media Francia para llegar a una esquina del noroeste, a Saint-Lô, en la provincia de La Manche. Allí soportó los pitos y los abucheos de los críticos. Después, el presidente de la República se refirió a la prevista (y también polémica) reforma de la enseñanza secundaria, tan protestada en la calle por los jóvenes, que el presidente de la República decidió, antes de Navidad, posponer su entrada en vigor. Ayer, Sarkozy nombró a un alto cargo político con la misión especial de llegar a un acuerdo con los representantes de los estudiantes y conseguir consensuar la reforma. Después aseguró: "Debemos intentar responder a la demanda de autonomía de nuestros jóvenes. Elegir es ser libre y ser libre es ser responsable". Aun dentro de la sala donde Sarkozy daba el discurso se escuchaban los chillidos de los que protestaban fuera. Mañana, se prevé una jornada más tranquila. El presidente viaja a Nimes, en el sur, para hablar de cultura.

Pasado mañana, después del consejo de ministros, volará a Orleans para discutir sobre seguridad. Viejo en el oficio como antiguo ministro del Interior, Sarkozy se referirá a los ataques contra algunos centros judíos en Francia desde la invasión de Gaza. El jueves se desplazará a Vesoul (Haute-Saône), de nuevo en el este de Francia, para hablar del paro y de la (mala) marcha de la economía francesa. No se descarta un anuncio sorpresa marca de la casa.

El tour de Sarkozy termina, como todos, en París. El viernes, el presidente francés ("el presidente Duracell", le llaman) recibirá a los representantes diplomáticos acreditados en la capital francesa. Un final simbólico: si tú no puedes ir ya por el mundo, que el mundo se acerque a ti.

Nicolas Sarkozy, durante un discurso pronunciado en Saint-Lô, en el noroeste de Francia.
Nicolas Sarkozy, durante un discurso pronunciado en Saint-Lô, en el noroeste de Francia.AFP

La inesperada aliada de Rachida Dati

El 2 de enero, Rachida Dati, ministra de Justicia de Francia, daba a luz a una niña en un hospital de París. Cinco días después, en el primer Consejo de Ministros de 2009, Dati aparecía sonriente en el Elíseo, con un carpetón de papeles bajo el brazo, vestida de negro y sobre unos tacones de aguja, tan ministra como siempre, con la cara algo cansada pero sonriente. La polémica estaba servida: ¿hacía bien Dati al renunciar a su derecho de 16 semanas de maternidad? ¿Hacía mal? ¿Servía de ejemplo? ¿Servía de mal ejemplo?

Algunos defendieron su decisión como un acto supremo de libertad individual. Otros lo criticaron. Por ejemplo, Maya Surdu, representante de un colectivo feminista, aseguraba en Libération: "Dati es una persona pública de primer orden. Así que sus gestos tienen un efecto. Y cuando ella vuelve al trabajo cinco días después de dar a luz hay quien puede pensar que si ella puede, puede todo el mundo". Surdu añade: "Y esto puede servir de argumento para limitar el permiso de maternidad por parte de los empresarios, un permiso al que toda mujer tiene derecho".

Pero a Dati le salió una inesperada aliada de peso, la primera ministra francesa en dar a luz mientras ejercía el cargo, Sególène Royal, candidata socialista derrotada en las elecciones presidenciales por Sarkozy. "Que dejen tranquila a Rachida Dati", declaró Royal al Journal du Dimanche. "Este encarnizamiento contra ella es indecente e injusto". Después confesó: "En 1992, cuando fui nombrada ministra de Medio Ambiente, sabía que estaba embarazada. Pero no dije nada al primer ministro, Pierre Bérégovoy, por temor a ser descartada. Cuando di a luz, a los 15 días volví a trabajar". "Sabemos lo que cuesta en política la silla vacía", agrega Royal, que culpa a Sarkozy del rápido regreso de Dati.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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