La crisis según el Rey

"La crisis financiera y económica que atravesamos", los 30 años de nuestra Constitución y la lucha contra el terrorismo -desgraciadamente presente año tras año- han centrado la atención del rey Juan Carlos en su tradicional mensaje navideño a los españoles. Si el mensaje del Rey puede ser tomado como barómetro del clima político, el de este año parece especialmente plácido: no ha habido necesidad alguna de llamada a la serenidad y al sosiego ni invitación al consenso sobre "los grandes asuntos de Estado".

El régimen de Monarquía parlamentaria requiere, a pesar del amplio arraigo social de que sigue gozando 30 años después de su instauración, de actos que visualicen ante los ciudadanos el papel estabilizador y moderador de la Corona. El mensaje navideño es uno de los más relevantes: posibilita la presencia del Rey a través de la televisión en los hogares, le acerca a las preocupaciones más sentidas de los ciudadanos y es una ocasión de oro para resaltar los problemas que afectan a España y al mundo.

La crisis económica ha sido sin duda en 2008, y lo seguirá siendo el año entrante, la preocupación más acuciante y el problema más serio de los ciudadanos, y así lo reconoce el Rey desde el inicio de su mensaje, no sólo llamando a la crisis por su nombre, sino calificándola de "seria". Pero, junto a ello, don Juan Carlos se muestra convencido de que la sociedad española saldrá adelante, como lo ha hecho "en otros periodos complejos", y llama a la confianza en la capacidad de las instituciones, empresarios y trabajadores para volver "a la senda del crecimiento y de la creación de empleo". Incluso apunta algunas vías, después de reconocer que no hay recetas mágicas, para conseguirlo: además de reglas internacionales más eficaces, una mayor eficiencia y competitividad, más innovación tecnológica y un mejor nivel de educación y preparación de los jóvenes.

Si los valores de la Constitución, en especial su capacidad de integración y convivencia, siempre han sido un tema recurrente en los mensajes navideños del Rey, con mayor motivo este año, conmemorativo del 30º aniversario del texto fundamental. Una vez más, don Juan Carlos vincula la Constitución de 1978 con el periodo de mayor progreso y modernización de nuestra historia y le atribuye capacidad para articular "nuestra diversidad territorial" y asegurar "nuestra estabilidad y progreso". En la ponderación de los valores de la norma suprema cobra más fuerza el rechazo al terrorismo, que no puede tener cabida en una sociedad democrática como la española.

No puede pasar inadvertida, en su referencia a la política internacional, la llamada del Rey a dar un nuevo impulso a las relaciones con Estados Unidos, además de intensificar los tradicionales vínculos con Iberoamérica y los países del Mediterráneo. Y es que, como apunta don Juan Carlos, en la actual crisis importa sobremanera el reforzamiento del papel internacional de España.