Un veterano para una larga crisis
Martens, padre del federalismo belga, intensifica contactos para formar Gobierno
El explorador Wilfried Martens, nombrado por el rey Alberto II para que le ayude a buscar un primer ministro para Bélgica, inició ayer numerosos contactos contra reloj para intentar sacar cuanto antes al país del atolladero. Sólo el enigmático sentido surrealista de este país puede explicar que se acuda a uno de los más insignes representantes de la vieja clase política para resolver las cosas.
Y más surrealista aún es dejar al Gobierno dimisionario que siga gestionando "sólo los asuntos corrientes", mientras la banca Fortis se desangra y la economía del país se paraliza, a la espera de la aprobación del plan del estímulo económico.
Martens, el veterano político democristiano flamenco que ha sido primer ministro casi sin interrupción desde 1979 a 1991, manifestó ayer que "será una tarea difícil", pero que tiene "esperanza". Ayer mismo mantuvo entrevistas con los presidentes del Congreso y del Senado, Herman Van Rompuy y Armand De Decker, respectivamente. Ambos han sido barajados como posibles sustitutos de Yves Leterme, a quien el rey el lunes aceptó su dimisión, tras las acusaciones de presionar a los jueces en el caso Fortis.
Nacido en 1936, Martens ha sido el padre del federalismo del Estado belga. Activista militante de la causa del país del norte, organizador de las marchas flamencas sobre Bruselas a principios de los años 60, fue el impulsor del llamado "federalismo de unión". Un sistema que se materializó en las reformas institucionales de 1980 y 1988, que formalizaron el poder de las regiones.
El recorrido de estas reformas pareció insuficiente y agotado a la nueva generación de cristianodemócratas flamencos, encabezada por Leterme, que se presentaron a las últimas elecciones del pasado junio y vencieron con un programa más ambicioso, pero que no ha sido posible aplicar. Espoleados por los partidos independentistas como el Vlaams Belang, los cristianodemócratas también cargaron sus tintas nacionalistas en las elecciones, pero luego no pudieron cerrar con los valones un acuerdo de reforma institucional que concedía más poder a las regiones.
Martens, que el pasado septiembre se casó por tercera vez, en esta ocasión con la antigua ministra de Empleo y Trabajo Miet Smet, deberá centrar sus esfuerzos esta vez en su propio territorio. En esta ocasión la crisis belga se desarrolla en el seno de Flandes, donde no es posible alcanzar un consenso sobre quién debe dirigir el Gobierno, mientras los francófonos observan inquietos las batallas internas de sus socios obligados.
La mayoría de nombres que circulan por los mentideros políticos y las redacciones para ejercer de primer ministro son flamencos y democristianos. Y con bastante insistencia, el también ex primer ministro Jean-Luc Dehaene. La esperanza es lograr una apariencia de Gobierno que funcione al menos hasta las elecciones europeas y regionales del próximo junio. Y luego los belgas dirán.
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