"Soy osado, y por eso me gusta dirigir"
Batuta a la izquierda. Batuta a la derecha. Y así hasta realizar los movimientos necesarios para dirigir sin ella. Sus manos, grandes y estilizadas, se mueven con elegancia mientras explica su relación con la música. Pablo Heras-Casado (Granada, 1977) tiene proyectos para dirigir hasta 2010 conciertos y óperas en Japón, Alemania, Francia, Reino Unido y España. A partir de ese año es uno de los candidatos para formar parte del elenco de directores que trabajarán con Gérard Mortier, director artístico del Teatro Real, en el foso madrileño. "La idea me atrae mucho. Es muy interesante para cualquier director tanto por trabajar en el Teatro Real como con Gérard Mortier. No hay nada cerrado, pero las conversaciones van por muy buen camino". Sabe de qué habla, porque Heras-Casado ha colaborado en varios proyectos en la Ópera de París con Mortier.
"Tienes que estar abierto para aprender de otros músicos"
"La idea de trabajar en el Teatro Real y con Gérard Mortier me atrae mucho"
Hay mucha pasión en las palabras de este joven director granadino cuando describe su relación con la música: su vida, desde niño, ha estado vinculado a ella. "Nunca tuve dudas sobre lo que deseaba hacer. Desde muy pequeño sabía que quería ser director, y con 16 años me puse al frente de una orquesta. Cuando asumes la responsabilidad de dirigir a un equipo de profesionales tienes que demostrar que tras esa decisión hay mucho estudio, conocimiento y sensibilidad para ser capaz de transmitirlo y darle vida".
Este virtuoso del piano y violín explica por qué quería situarse al frente de una orquesta; deja claro que no es autoritario ni mandón, sino que le gusta el trabajo en equipo. "No me interesa la individualidad y entiendo la música como un acto común en el que cada uno debe aportar lo mejor para que el resultado final pueda resultar impresionante".
Heras-Casado acaba de llegar de Estados Unidos, donde ha estado dirigiendo a la Filarmónica de Los Ángeles, y todavía tiene reciente el trabajo con los músicos de esa orquesta. "Tienes que estar abierto a todo tipo de enseñanzas. Y con profesionales como con los que he estado en Los Ángeles disfrutas mucho. Ellos han tocado con los grandes directores del mundo: si tú no estás dispuesto a recibir lo que ellos te ofrecen, algo falla". Incide en el proceso de trabajo para que una producción de ópera o un concierto llegue a buen término. "Me gusta el diálogo, el intercambio de opiniones teniendo claro que tú sabes bien que controlas el foso. Al final, si el ensamblaje en los ensayos ha sido bueno, la representación está llena de matices y eso es estupendo". Pablo Heras-Casado, que lleva cinco años dirigiendo ópera, confiesa que todavía sigue fascinado por ese gran espectáculo. "La maquinaria que se pone en marcha es tan increíble que cuando ves el resultado te parece imposible que todo funcione tan bien". Exigente con los músicos, porque es muy exigente con él, sabe que cuando está al frente de un equipo tiene que lograr que el músico dé lo mejor de sí mismo. "Cuando un actor se sitúa ante un director de cine éste tiene que lograr que el personaje sea creíble. Partes de que estás trabajando con grandes maestros y esperas que por el global de tu interpretación el resultado sea el mejor. Si tú estás bien preparado eres capaz de transmitir tranquilidad y control. El músico capta esas sensaciones y se embarca en la aventura sin miedo".
¿Había osadía en su decisión de dirigir con 16 años? "La había y la hay. Soy osado y por eso me gusta dirigir. Siempre que me sitúo por primera vez frente a una orquesta siento una excitación difícil de explicar. Me pregunto: '¿Dónde me he metido?', y enseguida encuentro la respuesta. Estoy haciendo lo que siempre he querido con nudo en el estómago incluido".
Siente respeto y hasta considera envidiable el proyecto de las Orquestas Juveniles de Venezuela. "Lo que ha ocurrido con esos jóvenes es una lección de humildad para Occidente. Hemos sido demasiado soberbios y debemos de ser capaces de aceptar que ésa es la nueva dirección que debería seguir la música. El país que sea capaz de asumir esa propuesta de verdad, no sólo de fachada, logrará que sus jóvenes amen la música. Si no nos implicamos y hacemos que el público disfrute, lo vamos a perder". El granadino se lamenta de que el público que asiste a los conciertos sea tan pasivo. "Me cuesta entender que cuando una persona está escuchando una sinfonía en una sala sea incapaz de moverse, de gesticular, en definitiva, de expresar lo que está sintiendo con los sonidos". Está claro que él es incapaz de estarse quieto porque le gusta, entre otras cosas, cantar, interpretar música barroca con instrumentos originales y dirigir. "Mi vida es la música".
Babelia
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