Ventanal a la izquierda
Su uso se ha frivolizado, convirtiéndose para muchos en un simple complemento de moda, pero en Euskadi conserva aún un significado político. Me refiero al pañuelo palestino que llevan alrededor del cuello muchos jóvenes vascos. Y yo al verles suelo preguntarme qué saben realmente de la situación en Oriente Medio, con qué elementos cuentan para formarse una opinión propia; a cuántos testimonios decisivos se han acercado para poder decidir por su cuenta. Cuántos han leído, por ejemplo, a Mahmud Darwix, el más importante poeta palestino moderno. En fin, que lo que pienso a verles es qué parte de libertad hay en esa kufiya al cuello y qué parte de dirigismo. Y me temo lo segundo; que esos jóvenes han llegado a las puertas de ésa y otras causas más trágicamente relacionadas con nuestra actualidad, dirigidos, contagiados por un adoctrinamiento concienzudo y continuo, o, lo que es lo mismo, sin argumentos críticos, sin tiempo ni espacio para pararse a pensar. "Si me planteara las cosas", dice Darwix en el Fénix mortal, "gritaría en la noche del búho: ¿seguro que mi padre era ese tipo que me hacía cargar con el peso de su historia?" El año se cierra con la desoladora constatación de que ETA sigue matando, y de que está además en manos de gente joven, de chicos y chicas nacidos después de la muerte de Franco. La interrogación de Darwix es, en ese sentido, fundamental, como lo es también frenar en Euskadi la transmisión entre generaciones de posturas violentas y totalitarias.
Es tiempo de una izquierda más volcada en actuarse que en definirse
Pero 2008 ha sido también el año del derrumbe del sistema financiero, y con él de las coartadas de un capitalismo desaforado, al que una manera acomplejada de entender lo político había dejado funcionar sin otro límite que el de su propia voracidad. Entraremos en el nuevo año en la depresión de una crisis, pero quiero pensar también que con una semilla de esperanza en que las (malas) cosas no volverán a ser lo que han sido en estas dos últimas décadas; que el derrumbe del capitalismo desenfrenado deja un solar en el que no sólo hay sitio, sino necesidad y urgencia de reconstruir lo político sobre lo económico y sobre la base de más regulación, más transparencia, más equilibrio y justicia sociales. En este contexto de reconstrucción no anti sino sobrecapitalista -de colocación de principios éticos sobre los meros intereses materiales- todas las miradas se vuelven hacia la izquierda. Una izquierda que desde la caída del muro de Berlín andaba por el mundo global un tanto despistada, acomplejada y/o inhibida. Una izquierda que, en esa música despiadadamente numérica del capitalismo desatado de los últimos años, parece haber perdido sus letras. Es tiempo de volver ellas, a una lectura atenta de su fundamento.
Dice también Mahmud Darwix: "Ojalá las palabras fueran transparentes y viéramos en ellas ventanas abiertas". Entiendo que es el momento para la izquierda de no aprisionarse en las palabras, en los conceptos más tradicionales, sino de abrir en ellos un ventanal; un ventanal sobre la esencia de su propia definición, que es el logro de una sociedad más justa y solidaria. Esa sociedad está perdiendo terreno a ojos vista. Es tiempo, pues, de reaccionar a la izquierda. Y tiempo de una izquierda más volcada en actuarse que en definirse, o de una izquierda que se define al tiempo que actúa con decisión.
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