Paradoja europarlamentaria
Fue paradójica la votación del otro día en el Europarlamento, del proyecto de directiva que proponía la ampliación de la jornada laboral semanal a 65 horas, afortunadamente derrotada. No parece lógico que unos eurodiputados, sin una razón de peso que lo justifique, vayan en contra de los contribuyentes de la Europa de los Veintisiete que les pagan su suculenta nómina, viajes, hoteles y gastos varios.
¿A ellos también les afectaría?, porque hasta hoy quienes piden el aumento no se han destacado por sus excesos laborales. Hemos visto infinidad de veces, y sobre todo en las sesiones de los viernes, un Europarlamento escandalosamente vacío, porque sus señorías se van con tiempo para coger el avión y volver a casa el fin de semana, ¿incumpliendo su jornada?
No es ése el ejemplo que deben dar nuestros representantes. Tal vez deberían empezar ellos, por ser unos asalariados de lujo, los que ampliaran o simplemente cumplieran escrupulosamente sus horarios, como hacemos todos, y tampoco estaría de más, dados los tiempos que corren, que hicieran un gesto y se bajaran el sueldo, ya que cuando en toda la UE se incrementan las listas del paro, los únicos que no peligran son precisamente los funcionarios que pagamos entre todos, y los eurodiputados son sin duda los mejor remunerados.
De su necesidad y eficacia, así como del despilfarro de más de 200 millones anuales que cuesta desplazar a más de 700 diputados cuatro días al mes de Bruselas a Estrasburgo, hablaremos en otra ocasión.
Que estos privilegiados ciudadanos, "intocables" en su puesto, sean los que propongan el aumento de la jornada de sus "empleadores" es realmente una paradoja europarlamentaria.
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